La última palabra la tiene nuestro cerebro, que es el que interpreta lo que oímos. El oído ES un micrófono, muy malo por cierto, hasta el más barato micrófono del mercado lo supera. El que interpreta el impulso nervioso generado por el oído es nuestro cerebro, y ahí está nuestro gusto, y como dije antes, los gustos personales no se discuten.