La estafa de Fàbregas (y II)
A raíz de mi artículo de ayer han surgido algunas cuestiones que me gustaría concretar aún más, dando por hecho, por supuesto, que habrá quien tenga una opinión favorable acerca de la actitud de Fàbregas y quien comparta sus reivindicaciones independentistas y, por lo tanto, ni mil aclaraciones podrían convencerle de lo contrario. Tampoco a mí, claro: considero a este chico un traidor de tomo y lomo y no pienso retroceder ni medio milímetro en esta cuestión.
1) Naturalmente que no está en cuestión la libertad de expresión de este jugador de hockey. Que se sepa España está quebrada económicamente y moralmente perdida, pero en lo que respecta a la libertad de expresión goza de una salud inquebrantable, una salud de hierro de la que podemos sacar pecho ante todas las potencias mundiales: aquí se le puede enseñar tranquilamente el culo al Rey de España o abuchear el himno nacional sin que a nadie se le ocurra discutir el artículo 20 de nuestra Constitución. Malo sería que yo, que soy periodista, pusiera en tela de juicio la libertad de expresión ajena para seguir disfrutando tranquilamente de la propia. Fàbregas tiene su libertad de expresión para esperar hasta estar en unos Juegos y decir que él no se siente español y yo tengo mi libertad de expresión para afirmar que su actitud me parece una estafa y una traición, y que más avergonzado que del propio Fàbregas estoy de nuestras autoridades políticas y deportivas que lo consienten y miran hacia otro lado, como siempre que una cuestión es peliaguda.
2) Fàbregas, pues, puede decir, como ya dicen hoy en día muchos otros sin que a nadie le espante, que no se siente español sino vasco, catalán, gallego, checo, ciudadano del mundo, Tarzán de los monos o Chewbacca. Lo que, en mi opinión, no es de recibo es que, sintiéndose algo distinto a español, acepte en silencio ir convocado por España, reciba silenciosamente de España la posibilidad de entrenar y ser internacional, acuda silenciosamente a unos Juegos en representación de España y, una vez allí, cuando sabe que las debilísimas autoridades deportivas que mal representan al Reino de España no van a tener el coraje necesario para agarrar al toro por los cuernos no vaya a ser que éste les haga pupa, rompa su silencio de años y años y salga del armario ideológico en plenas Olimpiadas.
3) ¿Por qué me parece una estafa, un robo, una engañifa lo de Fàbregas?... Muy simple: si Fàbregas no se siente español sino sólo catalán y puesto que no existe un Estado catalán, Fàbregas es un apátrida y, para ser leal consigo mismo y merecer el respeto de todo el mundo, hoy por hoy no puede competir en unos Juegos. Fàbregas nos estafa a todos porque, no sintiéndose español, acude a Londres haciéndose pasar por tal y, cuando ya nos ha engañado a todos, descubre el pastel. Fàbregas se beneficia de España y de los españoles para combatirnos tanto a España como a los españoles. Y los españoles, que estamos en otras cosas mucho más relevantes que la lenta desintegración de nuestra nación como por ejemplo la victoria de Bolt en los 100 metros lisos o los dibujitos del chándal de marras, nos dejamos ir.
4) Yo sé lo que haría si fuera secretario de Estado para el Deporte. Por eso no soy secretario de Estado para el Deporte. Lo malo para el secretario de Estado para el Deporte, que nombró un ministro que designó un presidente del Gobierno que fue elegido por un Congreso que el 20-N votó el pueblo español, es que la inmensa mayoría de ciudadanos saben perfectamente, como sé yo, qué harían ellos ante semejante actitud. La gente quiere cosas sencillas: personas serias que les representen con dignidad en los puestos de mando; gente que, en aras de su propia libertad de expresión, le llame pan al pan y vino al vino y no vino al pan y pan al vino como sucede ahora. Cada día está más claro que España necesita un rescate, sí, pero moral, y ése no vamos a poder solicitárselo al Banco Central Europeo.
5) Parece que, debido a los insultos que han provocado sus manifestaciones, Fàbregas ha cerrado su cuenta de twitter. Yo también tengo activa una cuenta de twitter con cerca de 18.000 personas que tienen a bien seguirme; muchas de ellas simpatizan conmigo y me siguen porque les gusta lo que digo y muchas también me agreden verbalmente y cuando no se acuerdan de mi madre lo hacen de mi padre, y cuando no me amenazan con darme una paliza o pegarme un tiro. Pero yo, que no tengo nada que ocultar, sigo por supuesto con mi cuenta de twitter activa. Mi opinión, materializada aquí en un artículo, no tiene por qué ayudar o dejar de ayudar a Fàbregas, que si es suficientemente mayorcito para engañarnos a todos disfrazándose de español y así poder acudir a unos Juegos y luego pegarnos con la puerta en las narices para que todo el mundo vuelva a reírse de España, deberá tener también los bemoles suficientes para aceptar que un modesto periodista deportivo español, que se siente español y que ama a España, le diga, en uso y disfrute de su propia libertad de expresión, que lo que acaba de hacer es una estafa con letras mayúsculas. Que cada palo aguante su vela. Yo ya soporto la mía.