"Polar pone a nivel estético todas las cartas encima de la mesa durante su prólogo, en el cual no hay ni rastro de Mikkelsen. La película apuesta por los colores chillones y los excesos interpretativos prácticamente siempre que el personaje no está en pantalla, consiguiendo así un contraste muy marcado que nunca termina de encajar demasiado bien. Más de una vez llega a ser irritante.
Eso también se traslada a los diálogos y a lo que se muestra en pantalla, rozando en ocasiones lo caricaturesco pero sin integrarlo de una forma razonable en el discurso de la película. A menudo parece un exceso gratuito para compensar que el tratamiento de la violencia en sí misma suele ser más directa, algo que cuadra mejor con la personalidad del personaje principal, dejando a un lado el recrearse más en ello como aliciente para el espectador."