Además, la invasión emprendida por Vladímir Putin ha disparado el precio de metales como el níquel, esenciales para la producción de baterías eléctricas, porque Rusia, el tercer productor del mundo, es ahora mismo un país aislado con el que Occidente rechaza hacer negocios. Lo mismo sucede con los fertilizantes antes importados de Rusia que hacen falta para los cultivos. Y con la dependencia de las cosechas de Ucrania, de dónde España y Europa traían buena parte del trigo y el maíz necesario para los piensos, cuya carencia ha encarecido la alimentación del ganado.En el lado energético, las comparaciones son clarificadoras. El litro de gasolina ya tocó máximos históricos el 31 de enero con 1,538 euros por litro, pero no se detuvo ahí, y a mediados de este mes llegó a 1,845 euros tras encadenar tres meses de subidas. La explicación está en el meteórico ascenso de la cotización del crudo, que empezó el año por debajo de los 80 dólares y ha estado casi todo el mes de marzo por encima de la barrera de los 100 dólares —con picos cercanos a 140 dólares—. El precio medio de la electricidad también ha superado al de febrero. Si el mes pasado fue de 200,23 euros por megavatio hora en el mercado mayorista, en marzo
se han batido todos los récords, con un máximo histórico de 545 euros el pasado día 7.
Los mayores costes de producción que sufren agricultores, ganaderos y otras industrias, sobre todo las más intensivas en electricidad, ya están causando aumentos de precio significativos en los alimentos y otros productos de la cesta de la compra, que en un primer momento estaban resistiendo mejor. La inflación subyacente, que descuenta la evolución de los componentes más volátiles, como la energía o los alimentos frescos, subió en marzo cuatro décimas hasta el 3,4%. La diferencia entre la inflación y la subyacente nunca había sido mayor que ahora en toda la serie histórica, aunque la subyacente no empezó a calcularse hasta 1986.