Cuando era niño, siempre había zumbados que todos los años profetizaban el fin del mundo para ese mismo año. Dado que estábamos a finales de los sesenta y en los setenta, la predicción mas habitual era la guerra nuclear.
También por supuesto había otras formas muy manidas, desde el asteroide como el de los dinosaurios hasta las mas diversas plagas bíblicas pasando por supuesto por la catástrofe climática, que en aquel momento la idea mas en boga era que estábamos avocados a una nueva era glacial.
Muchos de los que éramos niños entonces y nos asustaba escuchar o leer esas cosas, rápidamente pasamos al escepticismo a los pocos años (en cuanto crecimos mentalmente y no solo físicamente
), ya que siempre había gilipollas pronosticándolo todos los años, y algunos hasta se molestaban en explicar porque se habían equivocado de nuevo ese año.
Lo que muchos aprendimos de niños en aquel entonces es la cantidad de infelices analfabetos y descerebrados que eran capaces de seguir el predicamento de dichos personajes sin cuestionárselo tan siquiera un ápice.
Con el paso del tiempo, la izquierda, con el progresivo deterioro de su poder y con unas bazas ideológicas en franca decadencia en el mundo democrático y civilizado, decidieron que tenían que renovarse si no querían terminar en el sumidero de la historia como tantas otras ideologías que no han llevado a la humanidad a ninguna parte, si no todo lo contrario, así que decidieron tomar prestado el ideario verde para ser los principales abanderados de la ecología por un lado y por otro la idea del catastrofismo y el apocalipsis milenarista del fin del mundo de muchas pseudoreligiones y sectas, para convertirse en los heroes que luchan contra el Armagedón provocado por el malvado capitalismo y las democracias occidentales y de las cuales piensan salvarnos. Me refiero que quieren salvarnos del capitalismo y la democracia, porque el apocalipsis solo se lo creen los tontos.
Llegados a este punto se encuentran en la misma situación que los profetas de las sectas religiosas y los interpretadores de Nostradamus de los sesenta y setenta: tienen que explicar porque se están equivocando todos los años en que en este, de nuevo, no llega el fin del mundo.
Lo que si hay que reconocerles es que en este caso han conseguido que en lugar de ser la secta de un dia que se desvanecía en el aire en cuanto no se cumplían sus profecías, pasar a ser una religión asentada con fieles a quienes les da igual que sus próceres se equivoquen en sus predicciones. Mientras les digan que en lugar de que el fin del mundo no es este año, que ha sido un errorcillo de calculo, pero que seguro que es para el año que viene, continúan cantando loas a sus infalibles lideres político-religiosos.