Vamos a ver, a Sir Pacochet (Sir por nombramiento como caballero de la Orden del Imperio Británico y Pacochet por las formas que aplicó en la corporación municipal durante sus años de mandato, el rodillo fue inmisericorde, ruin y dictatorial en muchas ocasiones y eso que defendía que, ante todo, la política era diálogo) tendría que estar callado.
Los que hemos visto cómo gobernó podemos asegurar que sus políticas distaron mucho de ser de izquierda, se puso la rosa en la mano aprovechando la ola y luego, una vez alcanzada una buena cuota de poder en el partido, hizo lo que le dio la gana, tal es así que tras muchos escándalos urbanísticos, algunos perpetrados por la familia de su mujer, fue hábilmente destinado como embajador al Vaticano para calmar las aguas.
Y ahora se promulga como adalid de la libertad. Bajo nivel tenemos los ciudadanos cuando a cualquiera que se ponga delante de una bandera de España y meta en su discurso las palabras, unidad, igualdad y libertad consideramos un patriota.
Cuando menos es curioso el retrato con el que quiso pasar a la posteridad Sir Francisco Vazquez, digno de otros tiempos pasados o reflejo de su personalidad. Quien visite el palacio municipal y vea los retratos de los alcaldes podrá pensar que hay un error temporal en el orden de los cuadros
