Es un enorme placer poder participar a todos los seguidores de Mr. Maceo Parker, que el tipo se mantiene en plenísima forma a sus 61 tacos.
Ayer pude ver a este monstruo del FUNK, que en mi opinión significa al saxo en dicho estilo, un poco lo que su homónimo de apellido, Charlie, significara al jazz. Maceo tiene el doble mérito de haber revolucionado el saxo funk, y de seguir siendo -cuarenta años después- absolutamente inimitable. Por supuesto, ha habido muchos saxos funk anteriormente: Eddie Lockhaw Davis, King Curtis, Oliver Nelson, o el mismo Cannonball Adderley. Pero es tremendamente difícil encontrar alguien que tocara al estilo hiphopero de Maceo; quizá Gene Ammons, y sobre todo Hank Crawford, puedan considerarse como “precursores”. Perdón por la digresión, pero creo que es de justicia hacer constar este dato, que suelen *perder de vista bastantes aficionados al jazz, que escuchan y valoran a Maceo con parámetros estándar, y terminan llegando a *desacertadas conclusiones sobre la indiscutible calidad de este artista.
Maceo vino a Madrid en esta ocasión acompañado por la Big Band de la Estación de Radio de Colonia (WDR Big Band), un conjunto repleto de profesionales de un nivel sorprendentemente alto, con una reed section 4+4+4, más piano, contrabajo y batería. Un 10 para ellos. Desconozco como surgió el proyecto, pero quizá convenga señalar que ya ha habido experimentos parecidos a cargo del también ex J.B. y saxo tenor Pee Wee Ellis, quien tiene una extensa discografía alemana, y en uno de sus discos más recomendables: http://www.amazon.com/What-You-Like-...p;s=music]What You Like[/url] se acompaña de la Big Band de la Radio de Hamburgo (NDR). La conducción estuvo a cargo de un simpático Michael Abene que transmitía tal sensación de relajo que casi no me hubiera extrañado verlo dirigiendo con un cubata en la mano.
El show constó de dos partes. La primera de homenaje a Ray Charles. Penoso espectáculo en mi opinión, y no precisamente por falta de calidad musical. En primer lugar, jamás había asistido a un espectáculo con una acústica tan bochornosa. Ya me escamaba que se programara un concierto de Maceo en el Pabellón Municipal de Campo de las Naciones. Este es un espacio orientado a Juntas de Accionistas, congresos, etc. Además, según cuentan, fue construido con muchas prisas y materiales de mediana, tirando a baja, calidad, para cubrir en tiempo record una carencia en Madrid, capital que creo ya es la segunda europea en ranking de congresos. Mis recelos se vieron más que confirmados al comprobar que tan gigantesco espacio no podía ser llenado con dos columnas colgadas del techo por medio de una estructura tubular y unos cuantos envolventes situados más o menos estratégicamente. El resultado: poco volumen, cero dinámica y un sonido fofo, retumbón y pastoso, casi exactamente igual a lo que escucharías desde los baños de una discoteca de música búm búm. Creo que los paramentos eran panelados y aquello hacía efecto altavoz de no te menees, porque no encuentro otra explicación. En los pasajes altos era absolutamente imposible apreciar el swing del conjunto, el contrabajo ausente. Los solos de viento más sutiles eran prácticamente indistinguibles, y eso que estábamos relativamente cerca, en fila 12. No sé lo que alcanzarían a escuchar los del gallinero. Un desastre, vaya. Esperemos que el proyecto de nuevo Pabellón de Congresos en la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, sea algo más decente. Yo me pregunto qué ocurriría si, por ejemplo, en un festival de cine se proyectasen las películas sobre una pantalla de esparto, pero claro, en cuestión de música, todo vale.
En lo que toca a Maceo, y su rendido homenaje a Ray Charles, me pareció una osadía fuera de lo común. Maceo tiene una voz poderosa y mucha escuela James Brown. Pero amigo … es que Ray son palabras mayores. En cuanto a la inefable escenificación, no sé ni qué decir, o quizá sí: que lo imita realmente bien, con sus gafas negras, la simulada cojera, la sonrisa de piano y los cabezazos invidentes. Me parece estupendo el rollo showman, pero se me cayó el alma a los pies viendo “aquello”, que no sabría muy bien decir cuánto tenía de homenaje y cuánto de burdo remedo. Yo creo que para esto ya bastan los programas televisivos de Bertín Osborne y no es necesario que un músico de la talla de Maceo se meta en semejantes fregaos, por mucho que no se cansara de repetir que homenajear a su ídolo acompañado de big band era el sueño de su vida. Como dice el refranero: zapatero a tus zapatos, o también, los experimentos con gaseosa. En el repertorio abundaron clásicos como Hallelujah I Love Her So, Georgia On My Mind o un final What I’d Say, con el que todo el pabellón se puso en pie para bailar.
La segunda parte, funk del bueno con big band incluida, ganó muchos enteros y bajamos de inmediato al pasillo frente al escenario para bailar con el endiablado fraseo de mister funk. El repertorio revisitó las roots de los J.Bs con Pass The Peas y Get It Funk, además de temas propios, Got To Get U y To Be or Not To Be, y algún toque bopish con Moonlight In Vermont con el singular fraseo de Maceo, acompañado aquí de riffs de piano eléctrico. Maceo toca muy bien el bop cuando quiere, pero pienso que no brilla *especialmente en las baladas, y está vez en concreto me resultó un tanto artificioso.
Se hizo notar, en esta segunda sesión, la incorporación al escenario de la enorme –en todos los sentidos- sección rítmica formada por Dennis Chambers Y Rodney “tiro al plato” Curtis. Supieron mantener magistralmente el tempo funk durante todo el concierto. Terremoto Chambers se marcó un inenarrable solo de unos diez minutos, agitando brazos y piernas cual poseso mientras soltaba unas hostias de campeonato, que convenientemente amplificadas por la malévola panelería convirtieron la sala en una olla a presión a punto de estallar. Nunca vi. cosa igual, prodigio de locomotora. Para mayor comunión y divertimento colectivo, hubo bastantes escenas de llamada-respuesta entre saxo, batería y público. Reseñar también el solo de una de los altoist, que era una rubia germánica de muy ver y mejor soplar, y tras cuyo saxo carraspeaba el de Maceo cual alma que persigue el diablo, mientras los silbidos ibéricos por parte del público asistente completaron la sección de viento calentándola aún más si cabe.