Por comenzar con alguna, uno de los discos imperecederos de la discografía mundial, el de Judy Garland en el Carnegie Hall Neoyorquino en el año 40, arropada por un público entusiasta y rendido a su recuperación tras los problemas de salud que la mantuvieron fuera de los focos durante un par de años. Al margen de los gustos de cada cual este es uno de esos discos que representan la quintaesencia de lo que es una interpretación en directo; la comunión con el público y el intercambio, la increíble interpretación de cada uno de los números, la gracia, emoción y convicción que Judy es capaz de insuflar a lo que canta con ese poder evocativo que traslada a la audiencia para llevarlos a la escena de la canción. Prodigiosa interprete y maravillosa cantante que puede frasear con el swing jazz y el dramatismo de la mejor actriz. Una gran ventaja de este disco es la gran calidad de la grabación. Existen varias versiones audiofilas en el mercado pero hasta en su versión más estándar se puede apreciar las virtudes de la orquesta, el público y la interpretación de Judy Garland.



Como ella misma decía de su forma de cantar; Tengo tanto vibrato que podría circular un trailer entre medias.

Saludos