Una derivada interesante del mensaje anterior que afecta nuestro país es lo sucedido entre Camarón y Paco de Lucía. En las postrimerías de su fallecimiento Camarón solicitó a Paco que modificara parte de sus temas para que su familia cobrará derechos de autor, cosa imposible ya que muchos de esos temas no eran ni tan siquiera suyos (pertenecían a su abuelo, padre o tío) y otros eran incunables que se clasificaban como tradicionales. Una historia muy amarga que le produjo muchos sinsabores a Paco de Lucía al que llegaron a llamar rata en el mismo entierro del Camarón, al que quería y admiraba como si fuera un hermano.
Pero hay más, el propio Paco fue objeto también de un abuso por el transcriptor de sus composiciones a partituras (cuestión obligatorio en su momento por la SGAE) en el que se arrogaba el 50% de los derechos de autor. Tras la muerte del guitarrista los herederos pusieron una demanda contra este atropello (teniendo en cuenta que una transcripción puede ser realizada por unos 30-50€) y no sé en qué deparó todo aquello, aunque parece que la normativa de la SGAE se modificó en este aspecto.
Música popular y negocios hacen un mal matrimonio.
Imaginarse la situación de los músicos negros en la Norteamérica de la segregación es imposible desde la perspectiva actual. Es cierto que la música creaba un espacio de comunicación que transcendía razas y condiciones sociales donde un músico blanco que no se lavaría los pies en una fuente done un hombre negro se hubiera lavado las manos, podían intercambiar trucos, acordes y técnicas sin mayor problema en el mismo escenario, cuando las luces se apagaban sus vidas, condiciones, derechos y tratamientos eran totalmente diferentes.
Saludos