Soy muy aficionado a las películas que Fred Astaire y Ginger Rogers rodaron para la RKO durante los años 30. Naturalmente, se trata de banalidades, pero son banalidades tan bien elaboradas, y que se van engarzando de forma casi invisible unas con otras, que acaban por formar un conjunto brillante, una inyección de optimismo y buenas sensaciones.

Hay muchos pasajes estupendos, pero tal vez mi favorito es una escena de "Sigamos la flota", donde Astaire y Rogers están acompañados por la irresistible música de Irving Berlin, y nos proporcionan un magnífico ejemplo cinematográfico del concepto romano de carpe diem: