Hitchcock no es una biografía del genial director. Es un episodio de su vida, uno importante eso sí, pero que sirve no para ensalzar los logros o las virtudes de Hitch sino las de su esposa, la guionista Alma Reville, y las de Helen Mirren por encima de las de Anthony Hopkins.
Si acaso, la cinta de Sacha Gervasi sería una buena TV movie de HBO. Puede que Gervasi fuera consciente de esto desde el principio, y por ello optase por convertir el libro de Joseph Rebello, Alfred Hitchcock and the Making of Psycho, en un melodrama con grandes dosis de comedia sobre el matrimonio Hitchcock, y una oda a la gran mujer detrás de la oronda silueta del maestro del suspense.
La filmación de una de las películas más importantes de la historia del cine, -y probablemente las más universal y reconocible de la filmografía del realizador británico-, es el pretexto que el director londinense utiliza para sumergirnos en la retorcida mente de Hitchcock: la malsana y voyeurista obsesión con sus actrices protagonistas, su determinación y voluntad artística, su kamikaze ojo comercial, pero sobre todo la absoluta dependencia de su esposa en todos los aspectos de su vida profesional y personal.
En Hitchcock no faltan las anécdotas conocidas por todo cinéfilo que se precie, ni se nos priva de echar un vistazo a los entresijos de celebérrimas secuencias como la de Janet Leigh en la ducha o a la sala de montaje. Sin embargo, la película se centra principalmente en lo que ocurre fuera del plató, haciendo que al final echemos en falta una mirada algo más profunda a la relación de Hitchcock con los actores de Psicosis, y dejando inexplorados los personajes de Anthony Perkins (James D’Arcy), Vera Miles (Jessica Biel), y en menor medida, Janet Leigh (Scarlett Johansson).
A pesar del buen trabajo de mímesis de Anthony Hopkins, es Helen Mirren la mayor virtud de Hitchcock. La interpretación de Hopkins recae en la categoría de imitación y está condicionada inevitablemente por el maquillaje -que, a excepción de un par de planos en los que más bien parece el Pingüino de Burton, es excelente. Sin embargo, Mirren tiene mucha más libertad para construir un personaje más cercano y real, uno que ejerza de vínculo entre el espectador y Alfred.
Alma no solo supervisa la dieta de Hitch y mantiene a raya su temperamento, sino que también acude al rescate del director cuando se encuentra en apuros durante el rodaje, o cuando necesita consejo profesional, manteniendo en todo momento el rumbo de su carrera cinematográfica. Alma es todo sacrificio y devoción, pero también resignación y hastío. Y Mirren se las arregla para que admiremos a la Sra. Hitchcock sin llegar a demonizar completamente al hombre que la subestima.
El resto del reparto cumple con su tarea de permanecer en todo momento en un segundo, o más concretamente, tercer plano. Tan solo Scarlett Johansson es capaz de hacerse notar (cómo no, si destacar forma parte de su naturaleza), a pesar de que sigue sin deshacerse de los mohínes que impiden que la crítica se la tome en serio como actriz.
Uno de los aspectos que mas me gustó del film es el comienzo y el final del film , haciendo un pequeño homenaje a la serie que presentaba el genio por aquel entonces.Pero...
Aunque técnicamente sea impecable, el ritmo fluído y sus protagonistas de primer calibre, no hay nada nuevo que la haga especial o memorable más allá del entretenimiento momentáneo. No nos toca profundamente como The King’s Speech, Ed Wood, The Artist u otros ejemplares similares. La historia no transmite un sentido de urgencia que justifique elegir este período por encima de otros en la increíble vida de Hitchock, y titularlo como si se tratase de una biografía. Que nominen a Hopkins y Mirren que lo tienen merecido, pero la película definitiva sobre la vida de Alfred Hitchock aún está por llegar.