
Iniciado por
Kowalski74
Perdonad compañeros, pero escribo este post para desahogarme. Lo necesito.
No habiendo recibido aún la TV 40" 4K de regalo, de la cuál tengo apalabrada ya su venta, resulta que me he quedado sin mi querida OLED. En estos momentos únicamente le encontraría utilidad como sombrilla, nada más.
Resulta que una de mis hijas de 5 años, discutiendo con su hermana, no se le ocurrió otra cosa con el enfado que lanzar por el aire un juguetito a todas luces inofensivo, una especie de mini-espátula de plástico perteneciente a una cocinita de Master Chef Junior, qué maja, con tan mala suerte de ir a impactar en plena pantalla, en su parte inferior para más señas. Algo fácil que ocurriese, pensándolo bien, dadas las tentadoras 55 pulgadas de superficie, todo un imán para objetos en trayectorias parabólicas. Resultado... la tele se apagó ipso facto.
Mientras de mis poros comenzaban ya a manar sudores fríos, me dispuse a encender el televisor esperando ilusamente que el apagón de la misma fuese el resultado de una especia de simple "susto" electrónico post-traumático, u otra absurdez similar, y que finalmente se encendiese de forma correcta, volviendo así todo a su cauce normal... salvo mi hija, que iría directa a su cuarto hasta nueva orden... sin fianza.
Como no esperaba que fuese de otra forma, al pulsar el botón de encendido la televisión hizo su "clic" habitual e iluminó bellamente su logo, lo cuál se reveló ante mis ojos como un rayo divino de esperanza. ¡Ay, que ingenuo le vuelve a uno el miedo! Dicha esperanza se fue transmutando en angustia, consternación, pavor y finalmente en horror al ver cómo se dibujaban en la pantalla dos líneas de colores blanco-rojo y azul-amarillo (u otra combinación similar, acaso importa), como de un centímetro de grosor, mientras el resto de la pantalla permanecía en su habitual y bello negro "oledico", admirable como siempre si no fuese por tan trágica circunstancia. Ambas líneas se cruzaban justo en el punto de impacto, a modo de cruel cruceta señalando inmisericordemente el punto cero, una pequeña y apenas visible hendidura en la superficie del panel coronada por las características patas de araña del cristal astillado. ¡El horror!... ¡el horror!
Acto seguido se formó una breve y casi instantánea imagen, un fotograma o dos a lo sumo, de Bob Esponja, Patricio o Calamardo, no recuerdo, como si el destino quisiese dar una pincelada tragicómica al fenecimiento del televisor, a modo de último estertor antes de dejar sonar un terrible ¡chassss! y apagarse definitiva e irremediablemente, dejando tras de si nada más que una pantalla en negro... absoluto.
No se cuánto tiempo tardé en reaccionar y salir del estado de shock, pero he de reconocer que me costó gran esfuerzo. Aún ahora no consigo comprender cómo un pequeño e infante brazo junto a un simple trozo de plástico sin apenas peso o inercia tienen tanto poder destructivo. No se qué me cuesta más esfuerzo quitarme de la cabeza, si el angustiante pensamiento de cuán frágil puede llegar a ser un televisor LED moderno o la horrible risa de Bob Esponja a modo de último suspiro del televisor, resonando aún en mis oídos como la tétrica risa burlona de un demonio desde el averno.
Por suerte, y sabiendo lo que tenía en casa, contraté el seguro de ECI en el momento de la compra. Ahora a ver cómo responden y en qué tiempos. Aunque al final todo acabe bien, que no las tengo todas conmigo con esto de los seguros, el problema es que pase lo que pase... de momento... estoy sin mi querida OLED.
¡Ay!
PD: Mejor no preguntéis que fue de mi hija.