La guerra invisible: los medios de comunicación y la resistencia iraquí
David Edwards
IraqSolidaridad
En vísperas de las elecciones iraquíes de enero de 2005, Scott Peterson y Dan Murphy informaban en Christian Science Monitor:
"Lo único en lo que coinciden todos los iraquíes es en que la ocupación debería acabar pronto."
Pero, se recalcaba, era un corolario que entraría en conflicto directo con el objetivo estadounidense de establecer "una democracia amiga de EEUU que le permita remplazar su presencia militar en Arabia Saudí... con una en Iraq que facilitaría a [los estadounidenses] mantener el equilibrio de fuerzas regional" [1].
El mismo mes, el [diario] Financial Times recogía la opinión del primer ministro británico:
"Tony Blair afirma que no existe ninguna posibilidad de que EEUU y el Reino Unido establezcan un calendario para la retirada de sus tropas de Iraq" [2].
El problema con una auténtica retirada -como con la auténtica democracia e independencia- es que un Iraq soberano participaría probablemente en los intentos de integrar a Irán en la región, que se iniciaron mucho antes de la invasión estadounidense y británica. Noam Chomsky, en su último libro Failed Status, explica:
"[...] Los líderes religiosos y políticos shiíes de Iraq tienen vínculos muy estrechos con Irán. El éxito shií en Iraq ya está reforzando las presiones por la libertad y la democracia entre la acerbamente oprimida población shií de Arabia Saudí justo al otro lado de la frontera, tendencias que se incrementarían si a Iraq se le garantizara una cierta soberanía. [...] Esta es, además, la región donde se encuentra la mayor parte del petróleo saudí" [3].
La consecuencia final de una auténtica independencia iraquí podría ser una alianza controlada por los shiíes de Iraq, Irán y las regiones petrolíferas de Arabia Saudí. Alianza, señala Chomsky, que sería independiente de Washington y controlaría la mayor parte de las reservas mundiales de energía, "[...] casi la peor pesadilla para Washington."
En 2004, Financial Times describía el "ambiente de euforia" en los consejos de administración y los grupos de presión corporativos tras la victoria electoral de George Bush, porque "[...] las empresas estadounidenses esperan conseguir un dominio absoluto", ahora que "[...] el panorama político se ha inclinado a favor de las corporaciones estadounidenses como nunca antes en la historia moderna de EEUU" [4].
Charles Lewis del Centre for Public Integrity, encargado de vigilar a los grupos de presión empresariales en Washington, afirma:
"La situación es tan buena como nunca lo había sido para cualquiera de esas industrias, realmente es el Nirvana para esa gente" [5].
En un análisis minucioso de los orígenes de la política exterior estadounidense, Lawrence Jacob y Benjamin Page llegaron a la conclusión de que la principal influencia [sobre ésta] era "[...] la de las corporaciones de empresas con proyección internacional". Por el contrario, la opinión pública tenía "[...] escasa o insignificante influencia en los funcionarios del gobierno [estadounidense]" [6].
De todo ello pueden sacarse dos conclusiones:
1. Habida cuenta de que son las grandes empresas, y no la opinión pública, quienes dominan la política interior y exterior de EEUU, es ingenuo creer que los mismos intereses empresariales estén dispuestos a que la opinión pública iraquí controle la política exterior e interior del país.
2. Abandonar Iraq sin haber conseguido la victoria, o al menos el control, es, no es una opción para EEUU. Esa es la realidad del supuesto objetivo estadounidense de "[...] establecer una democracia en el corazón de Próximo Oriente" [7].
Eliminar a la resistencia
Pero, ¿cómo justificar el enorme coste en vidas humanas que implica la subordinación de los intereses iraquíes a los fines de las elites estadounidenses? Una tarea clave, está claro, es que la resistencia a la ocupación debe ser demonizada y, si es posible, erradicada de la conciencia pública. El diario The New York Times informaba de la última oferta de George Bush:
"Si abandonamos la lucha en las calles de Bagdad nos enfrentaremos con los terroristas en las calles de nuestras propias ciudades" [8].
Si el enemigo son simples terroristas a quienes hay que destruir, entonces ni siquiera debe plantearse la cuestión de algún tipo de solución política negociada.
En un artículo del mismo día en The New York Times, se contribuía al afán de erradicar de la mente de la opinión pública la conciencia de [que existe] la resistencia [en Iraq]. Edward Wong informaba:
"Desde el domingo, más de 300 iraquíes han resultados muertos por bombas, asesinatos y por la explosión de un oleoducto. [...] La violencia, en general, se cree que se debe a la resistencia, a las milicias y a las bandas criminales implicadas en los enfrentamientos sectarios entre sunnitas y shiíes" [9].
Fíjense en que los resistentes responsables de los "atentados con bombas" se mezclan con las "milicias y bandas criminales" y con los "enfrentamientos sectarios de shiíes y sunníes", en lugar de tratarlos como resistentes. Wong continúa:
"La reciente oleada de bombas pone en cuestión la efectividad a largo plazo de la ofensiva conjunta braco-estadounidense para preservar la seguridad en Bagdad. Se esperaba que las medidas de seguridad contribuyeran a un descenso relativo del número de víctimas mortales de civiles en agosto."
El ejército estadounidense, que de hecho creó el caos, se presenta como un benévolo espectador que interviene para impedir un enfrentamiento mediante "medidas de seguridad". La resistencia no existe, ni la ocupación, ni la violencia estadounidense, ni la ilegalidad estadounidense, ni las masivas matanzas estadounidenses de civiles. Todo esto queda suprimido de la historia.
Resulta una notable gesta propagandística si la comparamos con la evaluación que hacía en agosto la Agencia de Inteligencia de Defensa de EEUU, en la que revelaba que de las 1.666 bombas que explotaron en Iraq sólo en julio, el 90 por ciento iban dirigidas a las tropas estadounidenses. ¿Quién adivinaría de los informes de los medios que 518 soldados estadounidenses resultaron heridos en julio, muy por encima de los 287 de enero? ¿Quién adivinaría que la oposición a la ocupación estadounidense es más feroz que nunca? [10].
Lo peor del engañoso marco mediático está en los detalles. Vean este párrafo de Julian Borger en The Guardian:
"Altos cargos estadounidenses han señalado con optimismo a las estadísticas que sugieren que el centrar las acciones militares en la capital ayudó a contener los asesinatos sectarios entre grupos shiíes y sunníes, aunque en los últimos días se ha elevado otra vez el número de muertos. Ayer, al menos 24 personas fueron asesinadas y 55 resultaron heridas en un atentado con bomba contra una multitud en un mercado de Bagdad central, mientras que otra bomba mató a 12 voluntarios en un centro de reclutamiento del ejército iraquí en la ciudad shií de Hilla [Babilonia]" [11].
Fíjense en el intelectual juego de magia: Borger describía las esperanzas estadounidenses de contener "[...] los asesinatos sectarios entre grupos shiíes y sunníes", para introducir después la palabra clave "aunque" 12 voluntarios resultaron muertos en el atentado contra un centro militar iraquí de reclutamiento. De un plumazo, Borger convierte un atentado de la resistencia en "violencia sectaria", de manera que la ocupación ilegal y la guerra de resistencia contra ella se hacen invisibles.
Un día antes, el [diario británico] The Independent informaba sobre el mismo atentado contra el centro de reclutamiento militar:
"Con frecuencia la resistencia ha atacado a los aspirantes a formar parte del ejército y de la policía mientras forman colas en el exterior de los centros de alistamiento como una forma de desanimar a la gente para que no se una a los servicios de seguridad y mantener así la debilidad del ejército y de la policía" [12].
Pero en absoluto puede considerarse un genuino ataque sectario.
Nos dirigimos a Borger que contestó el 4 de septiembre:
"Estoy de acuerdo en que debería haber dicho algo sobre el aumento de los coches bomba de la resistencia pero lo más impactante es el asunto de las matanzas sectarias, en parte porque matan a más gente pero también porque tienen la posibilidad de llevar adelante una escalada que se convierta en una devastadora guerra civil. El informe oficial de la semana pasada sobre la estabilidad y seguridad en Iraq cita al juez de instrucción de Bagdad declarando que en julio llegaron más de 1.800 cadáveres, de los cuales el 90 por ciento había sido ejecutado con un disparo. Tiene razón al decir que elegir como objetivo a los centros de reclutamiento de la policía o del ejército es una de las tácticas preferidas de la resistencia pero este atentado en particular, en una barriada shií, reúne ambos objetivos: los de la resistencia y el sectarismo" [13].
Además, un informe del Pentágono del 29 de agosto [de 2006] dirigido al Congreso de EEUU revelaba que más del 60 por ciento de los atentados de todo tipo contra las tropas estadounidenses y extranjeras, fuerzas de seguridad iraquíes, civiles o infraestructuras iban dirigidas contra objetivos gubernamentales estadounidenses e iraquíes. Los civiles sólo fueron el blanco del 15 por ciento de los atentados, aunque suponen la mayoría de las víctimas de la violencia. Seguramente, el primer objetivo de los atentados, y el hecho de que se hayan incrementado de forma masiva en los últimos meses, también es "sorprendente". El problema es que el énfasis de Borger se repite en todos los medios de comunicación.
En un artículo del 19 de agosto en The Independent, el subdirector de Internacional, Daniel Howden, llamaba la atención sobre el hecho de que los intentos estadounidenses "[...] de controlar la espiral de violencia sectaria en Bagdad" se han "topado de inmediato con problemas". Sin mencionar a la resistencia en todo el artículo, Howden sin embargo trataba de informar de cómo un tribunal militar estadounidense estaba juzgando si cuatro soldados deberían someterse a un consejo de guerra por la violación y asesinato de una niña iraquí y de su familia en marzo [2006]. El tribunal escuchó la declaración de cómo los soldados "[...] se habían vuelto locos" por el estrés del combate:
"El soldado Justin Cross explicaba de qué forma las circunstancias '[...] casi habían aplastado al pelotón', que vivía con el miedo constante a ser asesinados"
"Te vuelve loco. Sientes que cada paso que das podría hacerte volar. Llegas a un punto en el que te dices. 'Si me muero hoy, pues me muero. Es como si estuvieras caminando hacia la muerte" [14].
¡Cada paso que das puede hacerte volar! Pero lo único digno de interés periodístico, según el artículo de Howden, era la "espiral de la violencia sectaria."
A primeros de agosto, Sarah Baxter narraba acontecimientos dentro del mismo marco contradictorio en The Times:
"Resulta infrecuente que Donald Rumsfeld, secretario de Defensa estadounidense, se deje llevar por las palabras. El secretario de Defensa no puede permitirse decir la frase guerra civil, pero sus mandos militares lo hacen por él. Sus análisis han sido casi tan francos como el de William Patey, corresponsal británico en Iraq, quien advertía en una carta de despedida enviada a Londres que el país se encontraba en 'una guerra civil de baja intensidad' con disminución de las posibilidades de alcanzar una democracia estable.
"El general John Abizaid, jefe de las fuerzas estadounidenses en Próximo Oriente, declaró ante el Comité de Senado que la violencia sectaria era 'probablemente tan terrible como lo hemos visto, en particular en Bagdad y, si no se ataja, es posible que Iraq derive hacia la 'guerra civil'".
Baxter sigue hablando sobre el mismo asunto:
"Las estadísticas en Iraq cuentan por sí mismas la grave situación. Durante el año en curso, el número de muertes violentas de civiles ha aumentado de 1.178 en enero, a 3.149 en junio, último periodo del que se disponen datos" [15].
A pesar de haber dedicado todo el artículo a acentuar esto, en sus últimos dos párrafos, Baxter cita al coronel Larry Wilkerson, ex jefe del gabinete de Colin Powell en el Departamento de Estado:
"'Los problemas podrían desencadenarse rápidamente si se produjera una concatenación de acontecimientos', advertía Wilkerson. 'Si el apoyo estadounidense a la guerra disminuye rápidamente, si se nos obliga a establecer un calendario para la retirada y la resistencia cree que no sólo nos está llevando a un punto muerto sino que nos están venciendo, dejarán que nos cuelguen a todos'.
"El enemigo puede oler la sangre y cuanto más poder uses en enfrentarte a ellos, más perderás."
De repente, sale a la luz: EEUU tiene enemigos reales, que son quienes de verdad se oponen a su ocupación; no se trata sólo de violencia sectaria, los estadounidenses no son únicamente pacificadores. Pero esto, bastante importante, se etiquetó en una frase que se ceñía casi exclusivamente a la violencia sectaria.
También a primeros de agosto, Rupert Comwell escribía en The Independent:
"Lejos de retirarse, EEUU ha reforzado sus tropas esta semana con 5.000 [más] en una tentativa de reprimir la violencia sectaria." [16]
Más aún, según una encuesta del ministerio de Defensa británico de agosto de 2005, el 82 por ciento de los iraquíes estaban "totalmente en contra" de la presencia de las tropas de la coalición, y el 45 por ciento creían que los ataques contra éstas estaban justificados [17].
Intercambio de mensajes con 'The New York Times'
Decidimos plantar cara a varios periodistas, al azar, de medios de comunicación ante su descripción de la guerra en Iraq como un conflicto fundamentalmente sectario. El 31 de agosto, escribimos a Damien Cave de The New York Times:
"Querido Damien:
"En tu artículo de hoy, escribes: 'Los tiroteos y los atentados con bombas en un mercado, una gasolinera y un centro de alistamiento del ejército mataron el miércoles al menos a 52 iraquíes, continuando una ola de violencia sectaria que ha desafiado a los enormes esfuerzos para detener su proliferación'. [18]
"Pero, con seguridad, el atentado contra el centro de reclutamiento militar formaba parte de una oleada de resistencia, no de violencia sectaria. El 17 de agosto, tus colegas Michael R. Gordon, Mark Mazzetti y Thom Shanker enfatizaban el enorme incremento de los ataques de la resistencia en los últimos meses en su artículo 'Insurgent Bombs directed at G.I's increase in Iraq'. ¿He omitido algo?
"Saludos. David Edwards."
Cave contestó el mismo día:
"[...] Bueno, los ataques de la resistencia no siempre son no sectarios. De hecho, con frecuencia, están íntimamente relacionados con la violencia sectaria. Aquí en general se considera que las fuerzas policiales están controladas por los shiíes, y los atentados contra ellos parece que persiguen dos objetivos: tanto socavar el proyecto estadounidense aquí como matar shiís a quienes se considera (en algunos casos) implicados en las actividades de los escuadrones de la muerte que tienen como blanco a los sunníes.
"La realidad es que intentar desentrañar las razones que existen aquí para matar puede resultar difícil. Es una mezcla de sectarismo, oposición política, y simplemente crímenes comunes.
"Espero que sea de utilidad [...] es un planteamiento válido y quizás necesitemos encontrar la manera de hacer noticia el asunto, precisamente para poner en claro lo muy poco clara que puede ser determinada violencia.
"Gracias por escribir [...]. Damián."
El mismo día volvimos a escribirle:
"Querido Damien:
"Muchas gracias por tan rápida respuesta. Estoy de acuerdo en que no puede darse el caso de que ataques contra objetivos militares sean no-sectarios. Pero resulta muy simplista, cuando menos, escribir 'continuando con una oleada de violencia sectaria y de la resistencia que ha desafiado los enormes esfuerzos para detener su proliferación'. Considerando que, según la Agencia de Inteligencia de la Defensa, el 90 por ciento de las bombas caseras va dirigido a las fuerzas capitaneadas por EEUU, ¿no resulta perverso centrarse principalmente, y más aún en exclusiva, en el aspecto de la violencia sectaria?
"Asimismo, parece poco apropiado hablar de las tropas estadounidenses intentando 'detener la proliferación' de la violencia. Ellos mismos son agentes de la violencia y, desde luego, están incitando la violencia con su presencia en Iraq. Nunca hubiéramos hablado de la Unión Soviética tratando de "detener la violencia" en Afganistán en los años 1980.
"Saludos. David."
Cave, de nuevo, respondió el 31 de agosto:
"[...] Tu primera sugerencia me parece sencilla y una buena idea. Probablemente la utilizaré la próxima vez.
"En cuanto a la segunda, tienes que entender que las bombas caseras no son ni mucho menos las únicas bombas a las que me refiero, ni resulta perverso centrarse en el aspecto sectario de la violencia. Aquí, día tras día, es lo que predomina en realidad. Y no es mi opinión, sino que procede de mis conversaciones con iraquíes. En los últimos días, hemos observado un ligero cambio en la tendencia: los atentados parecer tener más que ver con la resistencia. Pero es difícil afirmarlo sin conocer las motivaciones verdaderas.
"En cualquier caso, reconozco que tu opinión merece tenerse en cuenta.
"Respecto a tu última puntualización, lamento tener que disentir de nuevo tengo. Puede que los soldados estén alimentando la violencia pero también están claramente intentando detenerla. Podemos discutir sobre la lógica de esta contradicción interna, pero no creo que Afganistán en los años 1980 sea el ejemplo adecuado. Quizás Bosnia sería un modelo mejor.
"Damián."