El inútil escarmiento
16 de Junio de 2008 - 11:52:37 - Luis del Pino
En España, cualquier macarra puede decir que se la suda la puta España entre las risas del respetable de una televisión que pagamos con los impuestos de todos los españoles. Y no pasa nada.
En España, un dirigente batasuno puede llamar impunemente "jefe los torturadores" al mismísimo Rey de España. Y no pasa nada.
En España, el hermano de un ministro socialista puede decir que al Presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo le tocó la lotería el día que mataron a su hermano. Y no pasa nada.
En España, dos militantes de la oposición pueden ser detenidos porque "el ministro quiere detenciones y habrá detenciones". Y no pasa nada.
En España, se pueden estafar cuatro mil millones de pesetas y reírse de la Justicia durante años, hasta que los delitos prescriben. Y no pasa nada.
En España se pueden rodear las sedes del PP en plena jornada de reflexión y llamar asesinos a todos los votantes de ese partido. Y no pasa nada.
En España, un ministro de Exteriores puede insinuar que Aznar apadrinó golpes de estado en países sudamericanos. Y no pasa nada.
En España, un mandamás de un imperio mediático construido a la sombra del poder puede tildar de franquista al partido que representa a 10 millones de españoles. Y no pasa nada.
Pero Federico Jiménez Losantos no puede decir que ese alcalde de Madrid que no ha sido capaz de reunirse en cuatro años con los miembros de la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M es alguien que antepone sus intereses políticos al dolor de las víctimas de la masacre de Madrid. Eso, en España, no se puede.
Porque de lo que se trata es de destruir, como sea, cualquier atisbo de oposición a un cambio de régimen que se inició con el asesinato de 192 españoles. De lo que se trata es de acallar las cada vez más escasas voces críticas con ese cambio de régimen destinado a sustituir, por la vía de los hechos consumados, una Constitución que todos los españoles votaron por otro engendro confederal decidido en no se sabe qué despachos. De lo que se trata es de dar un escarmiento a quienes osen plantarse ante un cambio de régimen que pretende consolidar la perpetuación de 17 castas corruptas pastoreadas, precisamente, por quienes quieren destruir España.
Y si para imponer ese cambio de régimen hay que pervertir la Justicia, hay que presionar a los medios, hay que desacreditar a quien se resiste... nadie va a parar en barras. Porque se lo juegan todo.
Para empezar, se juegan la propia subsistencia de esa casta miserable que lleva utilizando el terror como herramienta de ingeniería social durante tres décadas, para poder vivir a costa del erario público. Y que no ha dudado en sacrificar a trozos su propia Nación, mientras eran otros los que ponían tanto la cara como los muertos.
Había que dar un escarmiento y qué mejor que hacer un auto de fe en la plaza pública con el único comunicador que ha querido dar voz a los millones de españoles a los que la casta necesita expulsar del sistema a cualquier precio.
Pero permítame la casta, ahora reforzada por los estafadores que pretenden secuestrar la voluntad de los votantes del PP, decirle una cosa: vais a tener que hacer muchos más autos de fe. Muchísimos más.
Porque os despreciamos demasiado como para teneros miedo. Y porque, aunque tuviéramos miedo, tenemos algo de lo que vosotros carecéis y que a nosotros nos impide inclinar la cabeza ante vuestras miserias: ese algo se llama dignidad.
Y nosotros tenemos todo el tiempo del mundo para haceros pagar, antes o después, lo que lleváis tantos años haciéndole a este país. Vosotros tenéis prisa, y por eso habéis perdido la vergüenza. Nosotros, por el contrario, tenemos la infinita paciencia de quien sabe que lucha por algo que es justo: porque esta Nación sea alguna vez propiedad de sus ciudadanos. Y no de una casta corrompida y corruptora cuyo tiempo se acabó un 11 de marzo.