ETA y PP, la pareja suicida
En estos días hemos asistido al suicidio político de ambos polos del antisistema democrático, emparejados en ser derechas extremas, pues les une idéntica mentalidad totalitaria, so capa en el PP de falso afán liberal y, en ETA, de nacionalismo. Unos perpetúan el desprecio a la democracia de los viejos partidos conservadores, y los otros resucitan la "democracia de alpargata" del carlismo violento, que tras la defensa popular de los fueros vascos ocultaba el absolutismo más reaccionario. Su emparejamiento objetivo frente al actual Estado social y democrático de derecho denuncia su aparente enemistad radical, que ya no engaña a nadie, pues a los grupos políticos , como a las personas, hay que juzgarlos por lo que hacen y no por lo que dicen. Si liberales y carlistas impidieron la democracia española durante el siglo XIX y, unidos al golpista Franco, la erradicaron en el XX por las armas, ahora sus respectivos herederos mentales siguen apoyándose mutuamente en su feroz combate contra el Gobierno legítimo y electo de la ciudadanía. Pero el atentado de Barajas y la bochornosa actitud del aznariano Rajoy culpando del mismo (como en el 11-M) a Zapatero y no sumándose a la protesta general contra el atentado tras manipular fríamente a las víctimas del terrorismo han supuesto el suicidio político de quienes comprueban, sin reconocerlo nunca, su nulo futuro ante el veredicto de las urnas. De ahí que sus últimos actos constituyan más bien el levantamiento de un acta de últimas voluntades. ¿Alguien puede entender que los organizadores de múltiples manifestaciones contra Zapatero, incluida la del lunes, se negasen a participar en una sólo contra ETA y no contra el PP, e incluso exigieran que se desconvocara porque parecía favorecer al presidente del Gobierno? ¿A quién combate Rajoy: al enemigo de todos o al suyo propio? Patxi López y Josu Imaz han ido juntos en la manifestación convocada a favor de la paz y el diálogo por la Iglesia vasca, pero el PP acusa a ésta de estar al lado de ETA.
ETA ha fracasado siempre en su pertinaz empeño de ulsterizar el conflicto provocando una escalada de represión policial, e incluso militar, que exacerbe a todos los vascos y los integre masivamente en la lucha por la independencia. Su Gobierno español ideal es el neofranquista, dispuesto a responder incluso con el Ejército y sin diálogo político alguno con el nacionalismo vasco, incluido el PNV. Su mayor adversario es el Gobierno actual, firme frente a la violencia, de acuerdo con el leal Josu Imaz y dispuesto al diálogo con Batasuna si ésta se distancia de ETA. De ahí el apoyo etarra al PP para que expulse al ZP dialogante con la minoría social independentista, ya que puede integrarla de nuevo en la política democrática (como es el caso de ERC) dejando a ETA sin soporte popular.
Ciertamente, Rajoy cumple a la perfección el papel que de él espera la banda. Se niega a apoyar al Gobierno aunque Zapatero le apoyaba cuando estaba en la oposición; dinamita la unión de todos los demócratas y se hace portavoz etarra cuando le espeta al Presidente que si se niega al precio político exigido por ETA será culpable de sus asesinatos, y que, si éstos no se dieran, también lo sería, ya que eso implicaría sin ninguna duda que habría cedido ante el chantaje. Así como ETA sostiene que la bomba no rompe el alto el fuego y que es Zapatero quien lo ha roto, Rajoy proyecta en éste su propia alianza de intenciones con ETA, según la táctica neocon de calumniar sin descanso hasta que su mentira sea verdad para los futuros electores. Sólo le falta acudir, como hizo en el caso del 11-M, a otro descomunal embuste: si Zapatero pactó con ETA el atentado de Atocha para impedir la victoria electoral de Rajoy, ahora habría pactado el de Barajas para suspender el proceso de paz (apetitosa carne donde quiere hincar sus fauces el PP) hasta después de las elecciones de 2008, y de ese modo librarse en el interregno del acoso de su rival.
Si el PP perdió su poder mendaz por extremarlo de forma suicida, ahora pierde la posibilidad de recuperarlo al ponerse en contra del resto de los partidos , del propio Parlamento y de casi todo el país. A este suicidio habrá que sumar el impacto electoral que debiera tener la impresionante serie de corrupciones inmobiliarias y urbanísticas que protagoniza el PP y que demuestran el descaro con que la derecha se nutre, antes, con y después de Franco, de poder económico, siempre a costa del expolio de los bienes públicos y del medio ambiente. Por tanto, ETA perderá su mejor aliado cuando el PP pierda las elecciones. Sin pareja y sin otra respuesta que el pacífico cumplimiento de las leyes y el respeto por las ideas pacíficas de la minoría abertzale, verá a su base social liberarse progresivamente de su tiranía armada. Seguirán en Batasuna escisiones como las de Aralar, hasta que, sin apoyos, ETA rinda las armas. Toda la historia etarra es una lenta paranoia suicida, pero su final es inevitable y está próximo. Los demócratas acabaremos venciendo a nuestros dos enemigos parejos más antiguos y tercos.
J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la UB.