Hoy, no sois más que las togas de la impunidad, los leguleyos de la injusticia postrados ante los nuevos nazis que no reconocen ni Derecho Internacional, ni Justicia Humanitaria. Vosotros os ponéis al servicio de los que torturan en Abu Gharib, de los que encarcelan sin derechos en Guantánamo, de quienes secuestran en Europa, de los que subcontratan la tortura, de los que cañonean periodistas y civiles.
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Señores jueces de la Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional, acabáis de legalizar el asesinato de mi hermano y de sus compañeros, extendiendo al tiempo una “Patente de Corso” que sirve como modelo en futuras actuaciones delictivas, en las cuales solo habrá que esgrimir una supuesta “identificación errónea del enemigo”, para escaparse a toda acción de la justicia.
Tengo más de una duda razonable de vuestra honorabilidad y quiero que sepáis que mientras me acompañen las fuerzas me tendréis enfrente con la mirada limpia, pues yo que ni siquiera he rozado la muerte, puedo miraros con la cabeza bien alta a vosotros, que aun repletos de títulos, laureles y despachos, un viernes de marzo, legalizasteis el asesinato de mi hermano.