Para intentar picaros a verla os copio y pego esta pequeña crítica de Francisco J. Fernández:
[hr]
En las trincheras
"¿Qué eras de civil?" "¿Civil? Eso queda muy lejos". Este trozo de conversación entre los dos protagonistas ilustra bien la esencia de Capitán Conan, soberbio alegato antibelicista del francés Bertrand Tavernier.
Ubica su relato en el frente de los Balcanes, en la Primera Guerra Mundial, a finales de 1918, cuando, tras la firma del armisticio, enfrentamientos y escaramuzas se saldaron con la muerte de más de cien mil hombres en uno de los episodios menos conocidos de la conflagración.
En medio, dos protagonistas: Conan, un duro y anárquico guerrero que lidera un pelotón de expresidiarios y que lucha casi al margen del ejército, y Norbert, un teniente ilustrado y racional que trata de entender a Conan y mantener cierta dignidad y justicia en medio del horror.
Tavernier representa en ellos dos formas de afrontar la guerra. Una, la de Conan, engullido por el horror, que ha recorrido el sendero de la violencia hasta el final y para el que no hay ni un antes ni un después. Y otra, la de Norbert, un hombre cabal, con notable formación y sólidos valores morales, que intenta digerir el horror de sus vivencias asumiendo que ha de ser un hecho transitorio, una terrible pesadilla de la que tarde o temprano despertará.
Pretende arrojar un poco de luz sobre la gran pregunta: ¿puede alguien vivir una guerra y regresar luego a su vida anterior? De otro modo, ¿se puede soportar el horror de la guerra sin padecer secuelas?
Para ello, opta por meter de cabeza al espectador en una guerra y dejar que éste saque sus conclusiones. Lo hace con un estilo realista, cuasidocumental, como el de la magnífica Ley 627, muy cercano al del Sidney Lumet de El príncipe de la ciudad.
Retrata de forma ejemplar, irónica y dolorosa la sinrazón de la guerra, no sólo en el combate -en la lucha contra un enemigo desconocido y por unas razones y objetivos cuando menos poco claros-, sino en la retaguardia, donde están los altos mandos que no han visto el frente ni de lejos; donde los furrieles y burócratas intentan poner un orden administrativo en medio del caos; donde adormilados generales presiden consejos de guerra en los que se representan burdos sainetes sobre la justicia en medio del terror.
Todo esto resulta tanto más convincente y eficaz por cuanto Tavernier prefiere una vez más los personajes anónimos, grises, a lo sumo pequeños héroes de a pie, no de los de letras de mármol y libros de historia. Son valientes y cobardes a la vez. Son por tanto identificables, cercanos, creíbles.
Es una película cruda, sórdida, pero no sobran ni una gota de sangre ni un primer plano morboso -entre otras cosas porque apenas hay primeros planos-. Esto último es importante. Tavernier mira desde una distancia ideal: tan lejos como para lograr un documento realista y convincente, y lo suficientemente cerca como para no perder un ápice de dramatismo.
Ambientación
Sorprenden también la lograda ambientación, que le envuelve a uno como si de verdad estuviera en medio de los combates, en las frías trincheras, y que está narrada con un ritmo y un vigor extraordinarios. ¡Qué fuerza tienen esos largos planos, con la cámara corriendo junto a los soldados entre las explosiones!
Es un realizador con una gran cultura cinematográfica. Antes que cineasta fue un reputado crítico. Conoce bien el cine estadounidense, y su estilo mezcla la reflexión, la frialdad y la crítica más propias de los europeos y el práctico sentido del ritmo y del espectáculo que muestran al otro lado del Atlántico. Aun siendo muy personal, es por tanto reconocible, incluso ameno.
Conviene ver Capitán Conan por varias razones: porque son dos horas y pico de gran cine, porque es un extraordinario documento sobre la estupidez de la guerra y porque es un sólido y potente drama bélico. Por las tres juntas es de lo mejor que se ha estrenado en los últimos años.
Francisco J. Fernández.
[hr]
FUENTE