Escribo desde Barcelona. Anoche tuve la oportunidad de asistir al Liceu a una representación de la Clemenza di Tito, título con el cual se abre la temporada de dicho teatro.
Mi primera impresión fuerte no tuvo que ver tanto con las imagenes visuales de la sala de espectadores, etc. como con su acústica, completamente diferente a la de El Teatro Real de Madrid. El sonido de la orquesta llega mucho más limpio y diáfano en el Liceu, quizás porque el foso no es tan profundo como el del coliseo madrileño, y la orquesta está todo el tiempo a la vista.
La representación contaba con dos mimbres poderosos: la Vitellia de Veronique Gens y el Sesto de la mezzo Veselina Kasarova. Aparte de estas voces poderosas los demás interpretes me parecieron bastante flojitos, el coro del Liceu un coro de nivel amateur y la dirección orquestal carente de toda emoción. La producción escénica, que recordaba a los montajes de la Fura dels Baus, basada en una estructura de metal y cristal muy vanguardista. Me pareció muy lograda y efectista, un despliegue de los recursos escénicos con que se ha dotado este "nuevo" Liceu tras su reconstrución.
El público del Liceu más contenido y menos emocional que el de Madrid a la hora de aplaudir, vitorear o abuchear, pero bastante más ruidoso con las toses, los papelitos de caramelo, los diferentes artefactos desconocidos que constantemente dejan caer al suelo, etc.
Saludetes