Como cargarse una parroquia milenaria. Un estudio micro de un desastre macro: la Iglesia en Barcelona.
Resumen del capítulo anterior
Sinopsis. Años noventa. Carrera enfrentado al cardenal Carles convierte su demarcación y en especial Mataró en zona de refugio y protección de sacerdotes que no están dispuestos a colaborar con Su Eminencia. Este criterio pasa por encima de las necesidades espirituales de su demarcación. Mataró pasa de ser un fin a convertirse en un instrumento de su cosmovisión nacionalista eclesial y operaciones consecuentes. Carrera, no es progresista, pero no tiene otro remedio que apoyarse en cualquier cosa. La Casa de Santiago, exigua cantera de vocaciones al sacerdocio progresista, ve clausurado su seminario, paralelo al diocesano, en Badalona por el cardenal Carles después de un informe donde se ponen de manifiesto diversos escándalos incompatibles con la vida célibe. El expediente en cuestión ha sido encargado al competente y persona de fiar Mossèn Olivites de Mataró, conocido en Barcelona como Jaume González-Agapito y Granell. Carrera saca a Joan Barat y Graell de Sant Feliu de Alella para ponerlo en Santa Maria de Mataró. Es 1997. En su lugar coloca a Guillem Brossa y Tort, de la Casa de Santiago. Dos años más tarde, hace pasar a Jordi Cussó y Porredón, de la misma Casa, de las parroquias de San Jaime y San Joaquín de Santa Coloma de Gramanet a San José de Mataró. Cussó toma posesión el 2 de octubre. Mas tarde, destina a Josep Lluís Socías (2004), también de la Casa de Santiago, a la parroquia de la Mare de Déu de Montserrat. En 2002 refugia en la parroquia de la Sagrada Familia de Cirera en Mataró al mismísimo “capo” de la Unión Sacerdotal, ya en guerra abierta y a muerte contra el cardenal, el rey del “agit-pro” Joaquim “Lucky Luciano” Brustenga y Miquel. Un insolvente, académicamente hablando, retoño de 67 años (2002) que, encabezando la versión clerical de la Banda de los Cuatro tiene el honor de haber conseguir la cabeza del desgraciadamente efímero (1997-1998) rector del Seminario Conciliar, Dr. Ramon Corts i Blay, de “cal Tit” de Mataró. 1997 año clave. Recogida de firmas contra el cardenal promovida por Colomer en Mataró. Giro reformista-católico de Carles en Barcelona que afecta al Seminario. La capital del Maresme es convertida en la Cloaca Máxima del obispado.
Acaba la década, el siglo y el milenio. La Iglesia Universal celebra el Jubileo. Muchos tienen su corazón en Tor Vergara. Mientras en Mataró, la estampa de frenopático se completa con Manuel Seliva, párroco de Maria Auxiliadora del barrio de Cerdanyola de la capital del Maresme. Un pedazo de pan debajo de una cabeza hueca. Llama en abierto y por teléfono a las tertulias de la TV local pidiendo que lo inviten a ellas, manifestándose públicamente como comunista y republicano. Incapaz de comprender realmente que es el comunismo, esta casi a un paso de salir a la calle vestido de Napoleón. “13 Rue del Percebe” deja de superar las situaciones vividas en la Iglesia de Mataró.
Vender el producto
Carrera tiene que legitimar los cambios. Barat es vendido a la feligresía de Santa Maria de Mataró como el hombre que restaurará su Basílica, un enorme edificio con aspecto actual de garaje donde únicamente se realizó una restauración de emergencia acabada la Guerra Civil. Difícilmente se encontrará en Cataluña una iglesia con culto de tal dimensión y potencia arquitectónica en un estado de abandono como el que muestra la Basílica de Santa Maria de Mataró. Un reflejo milimétrico, en piedra, de lo que pasa como parroquia. El obispo Carrera, hombre negado para el oficio de gobierno, comete un nuevo error: Barat no era la persona adecuada para este menester. Había restaurado la parroquia de Alella, cierto. Pero Sant Feliu, la de la villa de los deliciosos y afilados vinos Marfil, cabe toda entera dentro de la Capilla del S. Sagramento de Santa Maria de Mataró. Además para restaurarla vendió una finca que por donación testamentaria tenia que dedicarse a la construcción de una capilla en una de las numerosas urbanizaciones de Alella. Derivando su uso, aplicó la cantidad obtenida a la restauración de la parroquial.
Quien conozca a Joan Barat y Graell no tardará en descubrir que es una persona carente del don de gentes necesario para abordar un proyecto de restauración con un coste de financiación de unos 5 millones de euros. Hombre simple y de mundología limitada, lo suyo hubiera sido dejarlo en una parroquia donde pudiera ir a hacer la butifarra (juego de naipes catalán) en el bar del pueblo, esperando, junto a sus feligreses, que comenzara el partido del Barça. La culpa no es del olmo si se le piden peras.
Barat restaura la Capilla del Santísimo, cierto. Su programa: quitar el comulgador y casi todos los reclinatorios de los bancos; poner aire condicionado. El aire no va nunca para no gastar. Las Misas de cada día y dominicales en verano se hacen en otra capilla que tiene fresco natural. Desbordando el presupuesto inicial, hace instalar unos carísimos aparatos de doble uso refrigeradores-calefactores que se estropearan de no usarlos. Un ejemplo, entre muchos, de la falta del mínimo criterio en sus intervenciones en materia de restauración y conservación del patrimonio de Santa Maria. Sí funciona, y a toda vela, es el aire condicionado que puso en sus estancias privadas en la rectoría.
Joan Barat nunca ha entendido Santa Maria ni la va entender. Atrapado en el mito, pretende ajustar una gran iglesia barroca contra-reformista al imaginario nacionalista de la pequeña parroquia románica de las faldas del Pirineo. Si pudiera se cargaría todos los grandes altares, ya lo ha hecho en parte, para substituirlos por otros pequeños, idénticos a los de las ermitas que aparecen en la Cataluña Románica. Expresión litúrgica que afecta también a su eclesiología. El problema es que Mataró no es Sant Jaume de Frontanyà, ni la católica una iglesia con vocación de minoría catalanísima acurrucada alrededor del altar. Cómo se puede dar la responsabilidad de una parroquia tan importante como Santa Maria de Mataró, de una ciudad que cada vez se parece mas a la Corinto de San Pablo, a una persona que está bloqueada para comprender el mundo en medio del cual vive.
La política del obispo Carrera tiene, pero, otras consecuencias, a parte de confiar en una persona incompetente para la labor que se le confió.
Blancos y negros
Joan Barat asumió el curato de Santa Maria de Mataró, en 1997, con 64 años, una edad que en el mundo civil es el previo al de la jubilación. Entramos aquí en otra de las miserias del mundo Carrera y por extensión del nacional-catolicismo catalanista. El cinismo de este mundo es proverbial. El dogma: una parroquia de referencia (Santa Maria de Mataró) no se puede confiar a un sacerdote joven. Este leitmotiv es simple y llanamente un medio para bloquear la prueba del nueve que pondría de manifiesto el fracaso de esta generación de sacerdotes ultrasesentones. Es igual que el gran párroco mártir Josep Samsó (+1936) que renovó la vida parroquial hubiera asumido el timón de Santa Maria con solo 32 años.
El mundo clerical nacionalista NO tiene vocaciones. Nadie les sigue. Es un fracaso. Es su fracaso. Esta es “la pura e sacrosanta verità”. Una vida tirando la culpa de su fracaso a los demás: a Roma por carca, a España por carca. Engañando feligreses, manipulando el magisterio de la Iglesia, destrozando la Liturgia, denigrando a compañeros sacerdotes fieles, actuando de manera para-racista y sectaria, denigrando al Santo Padre. Confiar el curato de Santa Maria a un sacerdote joven es sinónimo, casi una identidad, de confiar en un sacerdote con clergyman-por-convicción. Porque solo en los ambientes católico-romanos de Barcelona han surgido, en los últimos años, vocaciones con una formación civil previa consistente, que rompe la jaula de cristal de la formación eclesial del Seminario barcelonés y, esto es más importante que lo anterior, con una psicología equilibrada.
Sólo en ellos se podría confiar una parroquia tan compleja, histórica y con tanta potencialidad (y perdón por el adjetivo tan empresarial), como Santa Maria de Mataró. Pero tener que recurrir a uno de ellos (los jóvenes con clergyman-por-convicción, sus bestias negras) tenía el peligro de exponerse a la posibilidad de que lo hiciera BIEN. Al peligro de poner de manifiesto que, como el blanco cuando se pone al lado del gris oscuro, mostrara el grado de decadencia del mundo clerical catalanista-progresista. ¿Por qué sino creen ustedes que Romà Casonovas, obispo de Vic, incomoda tanto a este mundo? No pudiendo atacarlo por “charnego”, lo han convertido en transparente. No sin enviarle dardos, de tanto en tanto, cuando se tercia la oportunidad.
No se piensen ustedes que esto es literatura. Porque todos sabemos que sólo estos sacerdotes católico-romanos con clergyman-por-convicción trabajan; que sólo ellos están enamorados de la Iglesia; que sólo en ellos aun se ve viva la Llama que los trajo al sacerdocio; que sólo ellos son capaces de ser entendidos por los jóvenes; que sólo ellos llenan autobuses de dos pisos con jóvenes para ir a una peregrinación; que sólo ellos aún siembran los campos para que germinen matrimonios y familias jóvenes como la Iglesia manda; que sólo en ellos las parroquias tienen futuro en nuestra diócesis. Y pese a ello nunca se les promociona, siempre se les trunca su labor con maniobras de sus superiores, se juega con ellos como piezas o se les ignora en los medios de información. Y una cosa aún más injusta. En nuestro obispado, donde la mentalidad funcionarial ha calado hasta el tuétano, nunca se les da las gracias y se da como obligación su labor. Una vil actuación que evita tener que comparar: tener que evidenciar que unos trabajan y otros viven del cuento. A los del clergyman-por-convicción, su esfuerzo se les supone, es su obligación. A los otros, se les ríen las gracias y nunca se les amonesta.
¿Y Turull, el-del-clergyman-sobrevenido? Una parroquia de referencia, en este caso una institución clave, el Seminario, no se puede confiar a un sacerdote joven, EXCEPTO que sea uno de los nuestros (el único joven). Eso mismo pensó Carrera cuando nombró en 1999 a Jordi Cussó, con 43 años, párroco de la céntrica Sant Josep. Parroquia de Mataró con muchas “potencialidades”, extensos locales y finanzas saneadas y prósperas. Un bombón que sería incapaz de aprovechar, víctima del acomplejamiento, la nula capacidad de trabajo y escaqueo de que adolecen la casi totalidad de la Casa de Santiago.
Entre topos y tapones
Las parroquias de referencia, para los nuestros. Pero, ¿y el trabajo, quien lo hará? Para ello, como en las plantaciones de los señoritos blancos de las orillas del Mississippi, Carrera tiene que recurrir a la mano de obra esclava, a los recientemente ordenados. Por Santa Maria pasan, sucediéndose como vicarios del párroco Joan Barat: Ramon Mor y Balaguer (1997-2002), Joan Artur Boardman y Iranzo (2003-2005) y Jordi Gutiérrez y Bassa (2005-2007). Los tres con clergyman, los tres muy católicos y romanos y de noble corazón, los tres víctimas del doble juego del párroco y su consejo pastoral. Carrera, presionado por Barat que quería vicario como fuera, hacia cola intentado pillar, siempre tarde, alguno de los nuevos ordenados que salían del Seminario. Finalmente consiguió que le enviaran a alguien para Santa Maria. Así cayó del cielo aún siendo diacono Ramon Mor, quien seria ordenado en 1998 en la propia basílica mataronesa junto a Custodio Ballester y Joan d’Arquer. El último respiro de vida diocesana en Mataró (y además regalado por el cardenal Carles). Posteriormente procedente de la estalinista dispersión de la obra de Mossèn Cima en Terrassa por el agente de la Unión Sacerdotal Josep Pausas y Mas, provino, exilado, el diacono Boardman. Le sucedería Jordi Gutierrez.
Se delega en ellos el trabajo, pero las últimas decisiones se las reservan los del sillón, el abatible y de piel de delante de la TV de la rectoría, y el de los mandarines de la parroquia en su consejo parroquial.
Por el consejo parroquial transitan dos-matrimonios-dos, como en la feria. El formado por Don Ramon Safont-Tria y Doña Elisa Mataró, consejeros ad-aeternum que no asisten a ninguna de las Misas dominicales en Santa Maria –en el mundo progresista la realidad siempre supera la ficción-, que procedentes de la Escuela Pía Santa Anna de Mataró desembarcaron en Santa Maria de la mano de Josep Lligadas. De este grupo formaba parte el antiguo secretario del Consejo Parroquial y del Consejo Arciprestal y representante del Arciprestazgo en el Diocesano. Si fuéramos progresistas, en su praxis, donde el fin justifica los medios, no tendríamos ningún pudor en desvelar algunas interioridades que el decoro conservador nos impide explicitar. No es la única miseria humana que nos guardamos del gremio progresista en Mataró.
El otro matrimonio “lapa” del Consejo con afán de protagonismo es el formado por el furibundo anti-cardenal-Carles Don Antoni Codina y March, alias “el del jabón”, y su esposa Doña Conchita Filbá, miembros desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado del Consejo Parroquial. En comunión de espíritu con el párroco Colomer y amedrentando con el epíteto “carca”, cual espada de Damocles, al actual Barat, la parroquia no puede desprenderse de ellos. Monopolizando la vida litúrgica y bloqueando cualquier iniciativa que se escapara a su control, su descaro, prepotencia y carácter refractario, junto a una nula formación (también litúrgica), visión de topo y convicción que la parroquia es un apéndice de su empresa familiar (Jabones LA OCA), son responsables, junto a los dos últimos párrocos, de la nula capacidad de empatía de los feligreses de Santa Maria hacia su parroquia.
En la última Misa de las Santas Patronas de la Ciudad, este personaje, muy moderno y inter-religioso, invitó a dos representantes de la mezquita de Mataró. Pero, con una falta de tacto y protocolo que en otros lares hubiera provocado un conflicto de tamaño considerable, acabaron sentados en el banco número diez ya que “il padrino” Codina dio la orden que los pusieran literalmente “en un lugar donde no se vieran mucho”. Desafortunadas las parroquias que incurren en este tipo de tapones.
Que trabaje el negro
Con semejantes párrocos y personal consejero, la labor de los tres vicarios Mor, Boardman y Gutierrez se convierte en una esquizofrenia. Por una parte, fieles al Magisterio defienden la vida católica sin trampas, especialmente en su labor como catequistas y con los padres de los niños. Pero a la que proponen algo mas, es decir construir un marco donde los jóvenes y mas adultos no vivieran en solitario su vida como creyentes, vienen los problemas. A los negros, los del clergyman-por-convicción se les necesita para labrar, sembrar y regar. Los frutos los recogerán los mangantes, es decir la gerontocracia nacional-progresista y sus adláteres. Se suceden así las presiones para apuntar a sus jóvenes en movimientos anticatólicos como la JOC y similares promocionados por la progresía del obispado desde Barcelona; o directamente negarles (tenían pánico a su camisa negra) la responsabilidad sobre los jóvenes por temor a que les impongan el catolicismo como el Papa manda; o los palos a las ruedas para constituir movimientos católicos no progresistas en la parroquia. ¿Qué agricultor trabaja para que una vez cultivado el campo vengan los gamberros y aprovechados y destrocen las cosechas? Y más cuando, a diferencia de los progresistas, estos sacerdotes, por “carcas”, consideran que no se puede jugar con las personas pues, detrás de cada una de ellas, hay un alma y no un número. Con este panorama no es de extrañar que los tres suspiraran por marchar lo antes posible de una parroquia que necesita de otro tipo de remedios. De rodillas pidieron el traslado. Uno lo consiguió y marcha a Caldes de Montbui es nombrado párroco, otro se traslada a su diócesis natal. El tercero parte hacia Santa Juliana y Semproniana de la Verneda donde al menos los neocatecumenales lo trata como una persona y no un objeto.
Ni derribos Ureña
La labor de destrucción de Santa Maria, la contraria al pretendido proceso de restauración como edificio –otra vez comenzando la casa por el techo-, se completa con otros aspectos. El rectorado de Joan Barat se caracteriza por una nula preocupación por la Liturgia, entregada a manos insolventes en la materia. Los fieles sufren en silencio el desorden, la improvisión constante y las excentricidades en las ceremonias religiosas del párroco y del monitor plasta Codina. Una capa de floricultura tapa en las grandes festividades una tan descuidada liturgia que seria motivo a que se le retirase a esa iglesia el título de Basílica. Los parroquianos aguantan estoicamente las melodías imposibles que les quieren imponer algunos de los monitores, sujetos que constantemente tapan el canto de la asamblea con sus alaridos. No existe coro parroquial pese a que los locales parroquiales acogen dos corales que hacen su vida por su cuenta. Parte de los locales parroquiales son ocupados por el plató del programa religioso de la TV local, emisión controlada férreamente por el matrimonio Safont-Tria/Mataró y por Salicrú (de la parroquia vecina) para divulgar su eclesiología particular.
No existe ninguna preocupación por el calendario religioso propio de la parroquia, se ignoran las fiestas de los santos vinculados a o con sus restos en la Basílica (Santos Desiderio, Feliciano…), ni se celebra la fiesta de la Dedicación a finales de octubre. Las cofradías históricas están a punto de desaparecer como la del Rosario (de 1575), la Congregación de los Dolores (1693), la de las Almas del Purgatorio (1749) o el Apostolado de la oración (1867). Ya han desaparecido la del Santísimo Sacramento (s.XVII) que organizaba la procesión de Corpus, procesión que ya no se celebra. El párroco estuvo a punto de cargarse el rezo del rosario vespertino diario, operación arbitraria que fue parada por un conjunto de señoras que le espetó “espere, al menos, que nos muramos”. Los cofrades de Nuestro Padre Jesús Cautivo, cofradía nacida en los años ochenta entre la inmigración del Sur de España y que se desvivía por formar parte de la vida de Santa Maria, han abandonado descorazonados por un párroco y una caspa parroquial que los trata como marcianos. El respeto a la vida piadosa es nulo. Se han prohibido el uso de candelas y cirios bajo el pretexto del humo (no fuera que ensuciase en una iglesia que parece un sucio almacén), substituidos por ridículos candeleros electrónicos, que nadie utiliza, donde el párroco espera hacer negocio aunque nunca recuperará la inversión. El bendito sacristán, hombre de infinita paciencia y obediencia, que actúa de facto de mayordomo del párroco, tiene que amonestar por orden de su superior, a los fieles que depositan su ofrenda en forma de vela a los pies de algún santo. La iglesia tiene dos imágenes del Cristo Crucificado de tamaño natural simultáneamente expuestos en la nave de la Basílica y tres sagrarios con el Señor dentro también simultáneamente. Gimnasia para la feligresía que desea arrodillarse al pasar delante de Su presencia. Los recesos (conferencias) de Cuaresma y Adviento son instrumentalizados por el mandarín Codina para invitar a conferenciantes progresistas. Por allí acostumbran ha pasar monjas desnortadas, cuando no a punto de sentarse en un diván de psicólogo, y profesores heterodoxos.
La parroquia tampoco acoge ningún movimiento de Iglesia, evidentemente ninguno de renovador (Neocatecumenales, Comunión y Liberación, Focolari, Schönstatt…), pero es que ya ni progresista. La colaboración con las cuatro escuelas católicas de la parroquia es nula (Escuela Pía Santa Anna, Maristas Valldemía, Corazón de Maria y Franciscanas de los Sagrados Corazones-La Coma) como nula es la relación con el Centro Católico (obra social-cultural-teatral-deportiva-escolar-musical).
El actual calendario de celebraciones del Milenario de la parroquia, un gran decorado Potemkin, es financiado con dinero público, después de poner la pistola en el pecho al alcalde y concejal de Cultura. Un calendario de celebraciones que pone refleja la realidad: salvo las Misas de apertura y clausura, todo son conciertos de música y conferencias de Historia. Ni una conferencia de carácter espiritual (porque casi ya no hay parroquianos). Ningún acto religioso con la juventud (porque no existe). No habrá hecho falta ni los derribos Ureña. El nacional-progresismo eclesial demolido por el mismo.
Homenaje: este drama en tres actos es un homenaje a las víctimas del mundo nacional-progresista de Santa Maria, la clase de tropa que asiste y reza en Santa Maria y calla. A todos ellos, a los sin voz; personas anónimas sin mucha facilidad de palabra para enfrentarse a un clan que no calla nunca. A aquellos que ayudan; que ven las debilidades de los que mandan y lo soportan; que sonríen y dan las gracias; que intentan plasmar su vida cristiana en el cotidiano y no publicitan sus buenas obras; que no entienden lo que ha pasado pero que en su interior saben que no esta bien; a los instrumentalizados por los que se abrogan, sin permiso ni legitimidad, su representatividad y que les manipulan su opinión; y a las víctimas que son tratadas como marionetas por la banda de políticos fracasados metidos a la Iglesia. A los sin voz, una sincera reverencia.
Nota: El cardenal Martínez ha nombrado párroco de Sant Andreu de Llavaneres al párroco de Caldetes sin cesarlo de esta última responsabilidad. Al de la primera parroquia, Mn. Segimon Garcia, lo ha enviado a la antigua sufragánea de Santa Maria, San José de Mataró. ¿Es posible que n.s.b.a. cardenal acabe dándole la responsabilidad de Santa Maria si el párroco Barat (de 75 años) se jubila? La puntilla a 1000 años de historia.
Marcelo Investigator
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