Última edición por Arguazo; 15/12/2009 a las 12:30
...y un dolor horrible, devastador, empezó a morir en su interior, y en su lugar, irrevocable, nació el brote de un placer y una dicha innominadas, y fue creciendo, creciendo más alto que una encina, más alto que el vuelo de una cometa, más alto que el éxtasis de unos labios y que el anhelo de un aroma, y el relojero entonces, arriba, lejos por fin de sí mismo, se sintió pequeño, muy pequeño, pequeño entre los pechos de su madre y varado en su olor a tierra mojada. (jmml)