Los que nada tienen con poco se conforman. El madridismo, que lleva años padeciendo la vulgaridad futbolística de su equipo, alucina ahora con Özil, un buen jugador que no pasaría de ser suplente en el Barça. De hecho, este verano pudo venir al Camp Nou, pero Guardiola prefirió no gastarse el dinero en un ‘cromo’ que no tenía sitio en su cuadro de honor. Pero en el Bernabéu son muy dados a magnificar actuaciones sobresalientes hasta convertirlas en obras de arte. Todavía me acuerdo de cuando comparaban a Robben con Messi porque el holandés de cristal había marcado dos goles soberbios. Huérfanos como llevan tantos años de verdaderos artistas del balón, se conforman con malabaristas callejeros. Muy decentes, sí, pero tan alejados de la excelencia de Xavi o Iniesta que cualquier parecido es pura coincidencia. Mientras Özil sea el punto de referencia del madridismo podemos estar tranquilos.
Y es que el Madrid nunca podrá jugar como el Barça. Por mucho que Florentino Pérez haya fichado a Mourinho. O, precisamente, por eso. El club blanco no tiene ni los jugadores ni el entrenador necesarios para crecer futbolísticamente. Podrán ganar partidos, podrán ganar títulos, pero jamás darán un espectáculo como el que nos ofrece cada semana el equipo de Guardiola. Ya no se trata, ni siquiera, de invertir dinero. Es una cuestión de filosofía. De estilo. De ADN. Y eso, se tiene o no se tiene. No se puede comprar. Ni con muchos millones de euros. Por eso el Barça es la referencia mundial y por eso la selección española que ganó en Sudáfrica está formada, básicamente, por jugadores blaugrana. En estos momentos, pocos componentes de la plantilla del Madrid tendrían sitio en el vestuario de Guardiola. Y ninguno estaría en el once titular. Ni siquiera Casillas. Es mejor Valdés.