Somos unos carcas 2.0
Actualizamos a diario nuestra cuenta de Facebook, enviamos correos electrónicos desde el móvil, nos maravillamos cuando el audio del coche se detiene para dar paso a una llamada entrante... Vivimos entusiasmados ante el mundo tecnológico que hemos creado y nos gusta alardear de ello. Sin embargo, buena parte de ustedes, y quien les escribe, creció a ritmo de “Un globo, dos globos, tres globos”, veía la televisión en blanco y negro y hasta llegar a la universidad, o incluso más tarde, no conoció el teléfono móvil. Siendo testigos y protagonistas de una brecha tecnológica generacional, nos hemos preguntado cómo reaccionarían los adolescentes de hoy si tuvieran que renunciar a Tuenti y los SMS para quedar con sus amigos. Sin embargo, el periodista francés Jean Cristophe Laurence ha ido todavía mucho más lejos realizando un curioso experimento: ha grabado a un grupo de críos a los que se ha mostrado objetos tecnológicos que otrora fueron revolucionarios para nosotros, y el resultado, como podrán ver, ha sido demoledor. La cara de asombro de los más pequeños ante los aparatos antediluvianos que pasaban ante sus ojos nos deja a medio camino entre la ofensa y la admiración. Ante la mirada de los más pequeños, somos unos carcas, 2.0, pero carcas a fin de cuentas.
En el breve vídeo se puede apreciar la candidez de unos jóvenes acostumbrados a relacionarse de forma intuitiva con los gadgets y electrodomésticos que les rodean, tal vez por ese motivo piensen que el floppy de 5 y ¼ que se usaban no hace muchos años en los ordenadores es un simple abanico, o bien, sin recibir ningún tipo de dato adicional, considere que un tocadiscos de Fisher Price sea una mesa de mezclas para DJs. No corre mejor suerte el disquete de 3,5 pulgadas, que uno de los críos identifica sin dudarlo como una cámara de fotos, y el asunto se vuelve realmente divertido cuando a uno de los críos se le muestra un reproductor de casetes: “Parece que es una bomba”, con su detonador y todo.
Los tamaños voluminosos, diseños toscos y un uso muy poco intuitivo chocan de frente con la generación de las pantallas táctiles. En la experiencia de los más jóvenes, apenas hay curva de aprendizaje: los gadgets se compran, se abren y se usan sin pasar por el proceloso trámite de empollarse el libro de instrucciones. El experimento, además de hacernos sentir un poco más viejos, da buena cuenta de la velocidad con la que corre la tecnología. Hay que tener en cuenta que buena parte de los equipos mostrados son de hace apenas 30 o 20 años, una eternidad en años tecnológicos, pero apenas un suspiro en términos generales.