Llegamos a La Moncloa. Tras la foto de rigor, comienza la función. El presidente del Gobierno, sentado en un sofá, con los chavalotes de Estopa a un lado
y Alejandro Sanz al otro, se dispone a escuchar lo que los músicos de este país han venido a decirle. A partir de este momento las cosas cobran un cariz difícil de definir: vergonzoso, ridículo, esperpéntico, patético... bufo incluso. Entre constantes alusiones a la retirada de las tropas españolas de Irak, siempre en clave humorística, se suceden las descacharrantes intervenciones de los músicos más exitosos del estado. Amaia, la pizpireta y nasal cantante de La Oreja de Van Gogh, demanda una mayor contundencia por parte de las fuerzas del orden en su actuación contra la piratería. Solución policial (¿no hemos oído esto mismo en otro contexto unas cuantas veces?).
Al hilo de lo cual, Alejandro Sanz se aventura a asegurar que “en este país apuñalar es gratis”, refiriéndose a la escasa penalización de la piratería; luego va más allá y deja claro que para él comprar un CD pirata y robar en un banco es lo mismo...