Song y otros desajustes
Artículos | 25/09/2012 - 00:00h
Jordi Costa
Alex Song es un fantástico mediocentro que, como recuerda Tito Vilanova desde el día de su presentación, puede jugar de central. Lo hizo en el Arsenal como emergencia pero está por ver si puede cumplir en un equipo como el Barça, que concede tantos metros a la espalda de su defensa y que, en ocasiones, arriesga con sólo tres hombres atrás. El hecho que, ante las bajas de Piqué y Puyol, Tito también disponga de Marc Bartra, todavía joven pero que conoce al dedillo la demarcación y sus dificultades, ha abierto el debate futbolístico. No se trata de que uno sea de casa y el otro de fuera, sino que uno es especialista en la materia y el otro no.
La apuesta de Vilanova por Song ha sido clara: rodar al camerunés de cara a citas más exigentes como el Sevilla y el clásico. Por el momento Song ha ofrecido más dudas que seguridad, lógico teniendo en cuenta que ni siquiera tuvo tiempo de aprender el libro de instrucciones en su verdadera posición y ya estaba actuando como remiendo. La comparación con Abidal y Mascherano, reconvertidos con éxito, no se sostiene porque ambos llevaban muchas más horas de vuelo en can Barça cuando fueron reubicados en el eje de la zaga. Pero en cualquier caso, los problemas del Barça en este inicio de curso se hallan más adelante.
El sábado volvió a evidenciarse que Xavi es imprescindible como timonel. Es lógico que necesite descanso pero, hoy por hoy, Cesc y Thiago son demasiado caóticos y desordenados para que el equipo mantenga la paciencia, el ritmo y el control ante zagas que se atragantan. Es absurdo pretender que un llegador como Cesc haga las veces de director y en el camaleónico Thiago todavía no se adivina si de mayor se parecerá más a Xavi o a Iniesta. La cuestión es que la ausencia del de Terrassa, sumada a la baja obligada de Iniesta, no sólo repercute en una falta de ritmo de circulación sino que se convierte en un riesgo defensivo, puesto que el equipo no tiene suficientes hombres por detrás del balón para contener los contraataques rivales cuando pierde la posesión de la pelota.
Pero lo más preocupante es el menor protagonismo de Leo Messi. El argentino sigue anotando a mansalva pero le cuesta participar del juego y desequilibrar en arranques individuales, ya que cada vez encuentra más tráfico en su trayecto. La apuesta de Vilanova por los extremos abiertos debería ensanchar el campo y generar espacios al 10, pero por ahora sólo Tello es resolutivo en el uno contra uno, de modo que las bandas –incluidos los laterales– raramente intimidan ni desequilibran.
Hasta la fecha, el resorte que ha dado mejores resultados ha sido centrar a Alexis como 9, cosa que obliga al rival a estar pendiente de una referencia en punta, a desordenarse producto de los desmarques del chileno, y a estar menos pendientes de las llegadas desde la segunda línea de Messi o, como sucedió el sábado, de Xavi. Visto lo visto en los últimos minutos frente al Spartak y el Granada, puede que contra defensas muy cerradas, el recurso del falso 9 haya perdido efectividad, y que Messi vuelva a necesitar un ariete por delante suyo. No tanto para rematar como sí para alborotar.
Producto de todo ello, al Barça le cuesta alcanzar la velocidad de crucero en los partidos. Por reiterativo, la estrategia de los rivales de recular y sellar los pasillos interiores no sirve como argumento. Quizás sea cuestión de matices tácticos o sólo de falta de chispa, pero hace demasiado tiempo que el barcelonismo dejó de ser resultadista como para que el 15 de 15 o la ventaja inesperada de 8 puntos sobre el Madrid oculten que el juego del equipo no concuerda con la puntuación. Lo que sí suponen es un colchón de bonanza para que Tito pruebe, intervenga, agite y ajuste con calma lo que hasta ahora parecen desajustes.