Viendo anteanoche el partido me dio por pensar en los planes de Florentino cuando llegó, en su proyecto galáctico, y en lo que ahora hay. Un equipo que se plantó atrás para esperar al Barça, con la hierba alta y sin regar en busca de un 0-0 que diera paso a un improbable 1-1 en la vuelta. Un equipo que sufrió una expulsión a la que su entrenador se agarró como un clavo ardiendo para salirse por la gatera. Se hizo expulsar, no propició una reacción del equipo como la que se dio hace diez días en el partido de Liga y en la conferencia de prensa se dio por eliminado y lanzó su alegato incendiario.
Conste que considero la expulsión desmedida y decisiva y que pienso que llueve sobre muy mojado. Ya saben, villarato y todo eso. Y que tengo a Mourinho por un gran entrenador. Pero ahora está en off-side. Me parece que su ego no se ha repuesto del 5-0, ni siquiera con la victoria en la Copa. Me parece que su forma de ser y expresarse lo radicaliza todo. El madridismo se va dividiendo en dos frentes: los que le respaldan a muerte (mayoría en el estadio) y los que van espantándose cada vez más con sus maneras. Y esa forma de esperar al Barça en el Bernabéu en dos partidos consecutivos no le ayuda.
Florentino sabrá, pero desde luego lo que vemos (y está viendo el planeta entero) no es lo que soñó, lo que esperábamos, lo que prometió. Lo que estamos viendo es una 'mourinhización' del ambiente y un Madrid metido progresivamente más y más en el papel de malo, sintiéndose incomprendido, convertido en sospechoso, ensalzando una y otra vez por comparación al Barça, que se ha reservado el papel de bueno y consigue que sus defectos no se vean. Florentino se jugó por Mourinho y está en ese viaje, pero sólo saldrá bien parado si es capaz de controlarle. Y cuanto antes empiece, mejor.