Era imposible. Mourinho habrá vuelto a preguntarse lo mismo que se preguntó hace una semana, cuando el Barça ganó 0-2 en el Bernabéu. El portugués tenía razón en el fondo, pero no en todo lo demás. El Barça estará en la final de la Champions, pero no lo hará por llevar el nombre de Unicef cerca de su escudo, ni por los del silbato. El problema del Madrid no era Stark, no era De Bleeckere, ni siquiera Platini. El problema blanco era Messi, era Iniesta, era Pedro, era Piqué. Mourinho lo clavó, también el Barça. Era imposible, pero no por una conspiración paranoica, sino por los que llevan la camiseta azulgrana, los culpables de que ellos sí estén en Wembley y no el Real Madrid.
El Barcelona estará en la final de la Champions porque es mejor equipo que el Madrid. Los fantasmas con corbata de la UEFA no existen. Sólo existe lo que se palpa, lo que se ve con los ojos. El Barça se dio la razón con la pelota e hizo lo que tenía que hacer. No sólo acertó con el cuero, también lo hizo sin él, donde se agigantaron Piqué y Mascherano, que contaron con la inestimable ayuda de Puyol, aliado tirado al flanco izquierdo. Los tres solucionaron los problemas que ocasionó el Barcelona perdiendo el balón en su campo. Los culés sintieron el aliento madridista en el cogote.Como era de esperar, el Real Madrid murió en el Camp Nou, pero lo hizo con la cabeza bien alta. Puede levantar la mirada y observarse en el espejo. Tuvo agallas, contó con sus opciones, pero la gesta no estaba a la orden del día. El Madrid más atrevido, también obligado por las circunstancias, coincidió con la lejanía de Mourinho, que vio el partido desde un hotel de Barcelona.
Mourinho, en su supuesta única decisión de la noche, metió de entrada a Kaká e Higuaín, que fracasaron. Benzema no contó ni con un minuto y Özil entró demasiado tarde, poco antes del 1-1. El encuentro no le vino grande al Madrid, pero sí a Kaká, al que no se le vio. Ya no está preparado para estos encuentros en los que uno va con todo, hasta con el alma. Imagina lo que ya no puede hacer.
Casillas mantuvo con vida al Madrid
El Real Madrid aceptó el desafío y apretó desde el inicio la salida del Barcelona, que cocinó el partido a fuego lento. Los blancos se desgastaron corriendo detrás del balón y el Barcelona lo hizo todo con mucha cabeza, la que utilizó para pensar. Sobrevivió a la presión blanca y fue ganando terreno con el paso de los minutos, donde se impusieron Xavi e Iniesta. El Madrid resistió con Lass, que jugó con una escoba, y mantuvo el tipo con la cara descubierta.
Carvalho fue el que se la jugó. El portugués sufre con metros por detrás y no fue expulsado antes del descanso por De Bleeckere, colegiado que le perdonó lo que se mereció. Con una amarilla a cuestas, el portugués no midió y pudo ver la segunda en dos ocasiones. El Madrid fue agazapándose y Casillas mantuvo con vida a su equipo. El Barcelona apretó el acelerador cuando aparcó el partido en campo contrario y pudo marcar hasta cuatro goles en un pestañeo. En la mitad de ellas apareció Iker para sacar dos manos prodigiosas a disparos de Villa y Leo Messi.
El Madrid estaba contra las cuerdas y noqueado, pero no arrojó la toalla. Tuvo mérito. Estaba muerto, pero quiso renacer de sus cenizas. Pudo hacerlo, nada más empezar la segunda mitad, con un tanto de Higuaín que no subió al marcador. El belga anuló el gol por falta de Cristiano a Mascherano, pero antes hubo falta de Piqué al portugués que quedó sin castigo. Minutos después, con el Madrid haciéndose preguntas, Iniesta sacó de la media un mando teledirigido. El de Fuentealbilla, marcado con la mirada, ejecutó un pase entre líneas que fue el principio del fin para el Madrid. Pedro leyó el espasmo madridista y, delante de Iker, le batió por bajo. El canario disparó con rabia.
Al límite del mal
Marcó Pedro y Adebayor entró por Higuaín. El togolés es futbolista, pero no lo pareció. Repartió a diestro y siniestro y confundió la presión con el dejar huella en cuerpo enemigo. Poco después, se marchó Kaká del campo, sin pena ni gloria, y entró Özil, y el Madrid empató el partido. Xabi Alonso robó la cartera azulgrana y Di María disparó al palo, que escupió el zurdazo del argentino, que recogió el rechace y asistió a Marcelo, que fusiló para empatar el partido. Quedaba algo menos de media hora y el Madrid no volvió a acercarse al área de Valdés, que podía haber jugado sin guantes.
El Barcelona se limitó a jugar sin riesgo, a defenderse con la pelota con sumo cuidado. El Madrid no volvió a encontrar un resquicio para creer en lo que era imposible. El Camp Nou celebró el pase a la final, la entrada de Abidal y le hizo preguntas a Mourinho. ¿Por qué? Porque esto es fútbol y ganó el mejor, que volverá a Londres para ganar su cuarta Copa de Europa.
delfin.melero@marca.com