Nueva York para 'vips'
Lucía Méndez
Nueva York tiene un atractivo irresistible. Igual que los musulmanes peregrinan a La Meca, los occidentales vamos allí a sentirnos contemporáneos -y un poco paletos- paseando por Manhattan, como en las películas.
Todo el mundo quiere viajar una vez en su vida a Nueva York. Si además puedes hacerlo sin tarjeta de embarque, sin facturar maletas, en limusina en vez de en autobús y dormir en un hotel de súper lujo, tienes que disfrutarlo, aparte de dar gracias a Dios.
El presidente del Gobierno tiene la gran suerte de poder llevar a sus hijas a Nueva York en esas condiciones y, además, regalarles una foto con Obama y Michelle, mientras los demás nos tenemos que conformar con la instantánea falsa en el Empire State Building tomada en un decorado.
Ir a una recepción en el Metropolitan debe ser lo más. El común de los turistas sólo podemos aspirar a visitar el museo y comprar un detallito, porque la tienda es carísima.
Cualquiera aceptaría una invitación para asistir a una sesión de la ONU en la que hablan los líderes mundiales. Viajar a Nueva York en plan vip es una tentación que no resistiría nadie. Zapatero y sus hijas han caído en ella.
Cualquier padre hubiera hecho lo mismo: darles un capricho a las niñas, aunque tengan que faltar unos días a clase.
Ahora bien, el presidente o alguien de su alrededor tenían que haber calculado las consecuencias y los riesgos de integrar a Laura y Alba en la delegación oficial española.
No es lo mismo pasear por Manhattan como padre que hacerlo como jefe de un Gobierno en viaje oficial. Los privilegios de La Moncloa tienen también sus inconvenientes.
No es lo mismo una foto con Obama en una recepción oficial que un retrato de turista delante de Tiffanys.
Esa foto trasciende al álbum familiar y su interés público es indudable. No vale dejarse acunar por los privilegios de La Moncloa y después quejarse de las molestias.
A Zapatero, por muy tolerante que sea, seguro que le toca las narices la forma de vestir de sus hijas. Exactamente igual que al resto de los padres con hijas adolescentes, sean góticas, pijas, fashion, lolitas o punkies. Las leyes de la vida rigen para todos.
Aunque ya es mala suerte.
Esta polémica era lo que le faltaba a Zapatero en mitad de la tormenta. Un año esperando su bautismo como gran líder mundial; varios meses soñando con hacer pandilla con el presidente más deseado del planeta; una pléyade de asesores redactando con primor el discurso ante la ONU; decenas de horas de diplomacia destinadas a que el presidente participe en el G-20... Y al final la noticia vienen a ser sus hijas o, peor todavía, el atuendo de las niñas.
Hay temporadas en las que todo se tuerce y no hay manera.