Que manía.
Utilizo adjetivos floridos que evidencian mi opinión sobre la inteligencia y aptitudes de nuestros "gloriosos lideres".
Lo saben hasta los niños, el «taco», grosería, palabrota, insulto, juramento, ordinariez (¿alguien conoce más sinónimos?) tiene su ciencia, pero ojo, no vale todo. La clave está en disparar la palabra malsonante en el momento preciso. Entonces no te sentirás lleno de ojos que piensen, valga la sinestesia, «joder que maleducado», sino que esos ojos pensarán «¡bingo!». Un taco bien colocado no cabe duda que da brillantez y expresividad al lenguaje, es una cuestión de calidad del habla.
Que conste que no pretendo hacer apología de la mala educación ni del hablar mal, es más, como prueba de lo anteriormente dicho fíjate en lo que decían algunos de nuestros más ilustres escritores.
Por ejemplo Cela, que es mucho Cela, premio Nobel por mucho que les pese a algunos

, recordemos que durante un breve periodo de tiempo fue senador y le aconteció lo siguiente:
Durante la sesión, el presidente de la cámara llamó varias veces la atención al escritor al que había sorprendido echando una cabezadita. Con tono autoritario le despierta y reprueba…
-El senador Cela estaba dormido…
El aludido respondió:
-No, señor presidente, no estaba dormido sino durmiendo…
El presidente pica el anzuelo:
-¿Acaso no es lo mismo estar dormido que durmiendo?
Y el Nobel le da una lección de lengua española:
-No, señor Presidente, como tampoco lo es estar jodido que jodiendo.
Grande Cela.
Y para quien prefiera que rememoremos a los clásicos, veamos lo que decía Quevedo, espadachín del verbo y maestro de "los adjetivos floridos":
“Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen”.
Y ahí queda eso. Otro grande Quevedo.
Con esto no quiero decir que yo sea un Cela o un Quevedo, nada mas lejos, tan solo un humilde aprendiz de tan egregios genios de la lengua castellana.
